Nos pasamos toda la noche del 4 al 5 navegando por el Nilo como si nada, porque el barco no se movía absolutamente nada. Eso sí, el que se movío fui yo como cuatro y cinco veces al baño. Parecía que la maldición de Tutankhamun me había retorcido las tripas. Algo de lo que había comido o bebido me estaba matando por dentro, y vete a saber qué.
De lo único que me enteré fue de cuando Rhea se lavantó a mirar por la ventana de la habitación sobre la 1am, porque estábamos pasando por una especie de ascensor para barcos parecido al del Canal de Panamá, a la altura del templo de Khnum.
Poco recorrido más abajo, el barco se detuvo en Edfu, de manera que cuando despertamos ya llevábamos un rato parados y anclados en el muelle. La salida hacia el Templo de Horus era a las 7.30am, lo que no sabíamos era que había que hacerlo en calesa, obligatoriamente.
El recorrido no era muy largo la verdad, apenas unos 500 metros nos separaban del templo, pero debe ser tradición del pueblo hacerlo todo en caballo para los turistas. Unos caballos escuálidos, reventados y en condiciones totalmente insalubres. Pero no habíamos visto nada todavía, en el crucero estaban todos aparcados en fila como si fuesen taxis, y según nos enteramos, todos los caballos debían pertenecer a 3 o 4 familias del pueblo, que a modo de mafia controlaban todo.
Esto llevaba a que los que llevaban los caballos se pusieran nerviosos y se peleasen por los clientes constantemente, gritándose incluso delante de nosotros sin importarles una mierda. Bastante lamentable, pero como no podías decir que no, pues nos tuvimos que subir a uno de ellos. Encima esta vez no era como en Luxor que íbamos dos en cada caballo, ahora éramos cuatro.
Salió Rhea del baño y nos fuimos deprisa para poder alcanzar a todo el grupo que ya estaba esperando frente a la entrada del templo.
Nos seguía explicando toda la parte interior, de como el suelo cada vez iba subiendo más y los techos bajando a medida que nos acercábamos al santuario. Fuimos pasando poco a poco por la gran sala hipóstila, la segunda, la cámara de las ofrendas, la sala central y finalmente el santuario, donde no se podía acceder, porque tenían expuesta una pieza que no se podía tocar llamada naos (monolito de granito de unos 4m de altura en el que se encontraba la imagen de Horus), junto a un pedestal donde había una réplica de lo que pudo haber sido una barca de madera a escala.
El templo se caracterizaba, aparte de por su buen estado de conservación debido a que estuvo enterrado por arena muchos años, porque tenía un sistema de iluminación natural impresionante.
Nada más que ver aquí, con lo que nos vamos de regreso al parking, atravesando la zona de los vendedores inicial, y por supuesto, mi amigo me recordaba por mi nombre, jajaja impresionante. Pero claro, yo no quería comprar absolutamente nada y salí huyendo como un galgo.
Ahora venía el festival de calesas para regresar al crucero, y si al llegar había 100 caballos, al volver había 500, vaya jaleo de caballos, árabes gritando, olor bastante importante a m***da... menos mal que nos dijeron antes de subirnos en el crucero al caballo que recordásemos nuestro número de calesa, porque sino, imposible.
Para mi sinceramente no tiene ningún atractivo hacer uso de esos caballos, porque no solo los estás explotando, sino que encima huelen fatal, el asiento es bastante incómodo y la carretera tiene muchos saltos que no lo hacen precisamente un camino de rosas. Encima a algunas mujeres les ofrecían manejar a ellas las riendas, las cuales se habían caído seguramente en la cesta de las eces del caballo, como ví que le pasó a uno.
En fin, quitando este desafortunado paseo, todo lo demás merecía bastante la pena, era muy bonito y nos llevamos un gran recuerdo del lugar. Regresamos al barco y nos fuimos a la cubierta del mismo a tomar el sol otra vez. Cascaba bastante mientras estábamos parados para ser diciembre, y yo me tuve que poner a la sombra.
Sobre las 11am nos empezamos a mover río arriba hacia nuestro nuevo destino Kom umbu. Pese a parecer que estaban cerca, el viaje estaba previsto que llegase sobre las 4 o 5 de la tarde a puerto. Nos dió tiempo a comer (a mi arroz y poco más jeje) y a volver a subir a la cubierta tras una pequeña siesta de una hora, para grabar un timewarp con la gopro de todo el recorrido hasta llegar a destino. Cuando empezaba a anochecer por el oeste ya se empezaba a ver el pueblo al fondo. Llegamos, nos preparamos y salimos casi de noche ya del crucero, proque la idea era ver el templo de noche, porque según el guía era una buena opción. |
Entramos y nos empezó a explicar la historia del templo, de como un día unos cocodrilos se comieron a unos niños del pueblo y desde entonces empezaron a venerarlos y considerarlos sagrados, para pedir que ninguna persona más del pueblo sufriera la misma suerte. De ahí el templo, en honor a dichos animales, a los cuales habían incluso dedicado una sala/museo al final del recorrido con momias de algunos embalsamados.
Antes de llegar a dicho museo, empezamos a recorrer los interiores del templo, nos enseñó la figura mejor conservada de Alejandro Magno, el primer calendario egipcio conocido o al menos mejor conservado (foto superior izda), vimos todo tipo de elementos quirúrjicos tallados en las paredes, cómo las mujeres daban a luz, etcétera.
La mala suerte fue que debido a la falta de luz, Rhea se torció un tobillo y se hizo daño en el empeine del mismo. Una chica del viaje le dejó un poco de crema, se tomó un espidifren y se sentó un rato mientras continuaba la visita del grupo. Yo luego intenté contarle algo de lo que había dicho nuestro guía el simpático.
La visita acabó en los pozos adyacentes al templo, uno para recoger agua, y el otro llamado Nilómetro, o lo que es lo mismo, cuando crecía el Nilo, subía el agua del mismo y así sabían cuánto dinero tendrían que recaudar en impuestos de los campesinos (cuanta mas agua, menos trabajo necesitaban para cultivar = mas beneficios por menos => subida de impuestos).
De aquí nos fuimos al museo de los cocodrilos y salimos ya del mismo para enfrentarnos al agobio de los vendedores de pulseras y ropa. Muchos de ellos eran incluso niños que no superarban seguro ni los 5 años, una pena. Encima los niños no son como los mayores y te persiguen hasta el barco.
Al llegar al barco nos fuimos al camarote hasta la hora de la cena, y después de esta (arroz de nuevo y agua con limón a saco), a dormir.
No comments:
Post a Comment