P O R T B A R T O N
La madrugada que nos pegamos fue bastante interesante, pero como yo andaba con el jet lag todavía, pues no me enteré de mucho. La que si lo sufrió fue Rhea que debía estar teniendo una de las noches más profundas de su vida, jeje.A las 5.30am estabamos en pie, habiendo dejado mi mochila casi preparada y sabiendo que íbamos en taxi, no en avión, me preparé un poco y nos fuimos a desayunar al restaurante. Mismo procedimiento, mismo contenido y en menos de 20 minutos ya estábamos saliendo de nuevo hacia la habitación.
Justo cuando llegamos a la habitación suena el teléfono. Llamada desde recepción para avisarnos de que el taxi ya está en la puerta esperando. Así que nada, cerramos todo, revisamos mochilas, camas, caja fuerte, el baño 5 veces, ... para no dejarnos nada atrás, que con unas gafas ya era bastante.
Fue extraño porque al bajar a hacer el check-out, nosotros esperábamos que nos cargasen el precio de la lavandería que habíamos pedido solo, pero en su lugar nos volvieron a cargar toda la habitación completa, what!!!!! menos mal que me di cuenta antes de firmas, que sino... mientras yo hacía el checkout, Rhea se fue a una cajero que teníamos al lado del hotel, y el cual desconocíamos, a sacar pasta, porque en Port Barton no hay ni un solo cajero y necesitabamos comer y demás historias.
Sobre las 6.45am el taxi, que tuvo que ir a dar una vuelta porque no podía parar mucho tiempo frente a la puerta del hotel, nos recoge las cosas, nos montamos con el aire acondicionado y directos a Port Barton.
Era muy curioso ver a los niños jugando con 4 palos y todas las gallinas y gallos por allí sueltos sin control ninguno, y al borde de la carretera. Después de algunas fotos y unos 15 minutos de descanso, de nuevo al taxi que ya quedaba la parte final del trayecto, y esa era la peor.
El punto señalado en amarillo es el pueblo de Roxas, donde se divide la carretera entre los que van a El Nido y los que giran a Port Barton. Pues bien, parece que queda poco, pero no, quedaba un cacho de la leche., y es que la carretera a Port Barton era un infierno de lodo, piedras y charcos.
La carretera está en plena construcción, porque nos decía el taxista que cuando llega la época de monzones, la carretera literalmente desaparece bajo el agua y el lodo. Por eso estaban intentando asfaltarla, pero mientras tanto había que lidiar con los que había. En alguna ocasión incluso se tuvo que bajar del taxi a quitar ramas de debajo del mismo.
Sobre las 9.15 estábamos entrando por el pueblo como si nada, eso si, con un mareo guapo de tanto bache. No le hicimos llegar hasta el hotel, porque las calles son de tierra, ni siquiera lo han asfaltado y para evitar estropear el taxi, sacamos las cosas del maletero y nos fuimos andando.
Como se aprecia en la foto de Rhea, los caminos son de cabras, o mejor dicho, de gallinas, porque estaba lleno de gallinas y gallos todo el pueblo (aparte de perros claro). Cuando llegamos a recepción, una chica joven nos atendió y nos dijo que tendríamos que esperar una hora mínimo para poder entrar en la habitación, porque la tenían que limpiar y todo eso. Así que dejamos las maletas en recepción, cogimos lo imprescindible y a la playa.
Ya se veía algun restaurante por la zona para poder ir por la noche, alguna tienda de island hoping e incluso una gasolinera abandonada en el medio del pueblo. Era como si hubiera caido una bomba hace muchos años, y el pueblo hubiera mantenido lo poco que quedaba en pie. Todo eso mezclado con la selva y sus cientos de palmeras. No sé, era una sensación extraña, como de viajar atrás en el tiempo, pero al mismo tiempo ver móviles y motos.
En aproximadamente la hora que nos dijeron ya estábamos de vuelta en el hotel. Dejamos todo en la habitación, la cual era como una especie de bungalow de madera, con mosquiteras por todas partes, un baño pequeño dentro y aire acondicionado y un ventilador arriba. Suficiente para 2 noches - pensamos.
Volvimos de nuevo a la playa, pero esta vez salimos sin nada encima, porque de la que volvíamos, uno de esos que nos ofrecía los tours nos dijo dónde alquilar un kayak para ese día, porque para un tour ya era tarde. Él mismo nos recomendó no traer nada de valor encima o que se pudiera estropear con el agua, porque en un kayak lo más probable es que entre agua a saco.
Nos ofrecían pagar 100php por hora, o por el día entero. Nosotros sólo queríamos ir a dar una vuelta por la costa, y tal vez visitar una isla cercana, con lo que decidimos pagar por horas. Nos pusimos crema, los chalecos y salimos entre los barcos de la orilla como pudimos sobre las 11.30h. El único sitio factible que nos habían comentado era la starfish island, donde había muchas estrellas de mar. Aprovechando que la marea estaba baja, nos decidimos a ir hasta allí, aparte que se veía ya desde la playa lo cerca que estaba.
Al llegar al banco de arena, sólo había una pareja con otro kayak visitandola y eso mola un huevo, tienes la islita para ti solo. Ellos se quedaron 5 minutos más y se largaron a otro sitio. Nosotros nos quedamos y alguna estrella de mas si que se veía, pero no tantas como prometían los del tour. Algo estábamos haciendo mal.
Después de divagar un rato por los alrededores del banco, nos subimos al kayak de nuevo y nos fuimos directos, pero no a Port Barton, sino a ver otra playa que estaba de camino. Rhea pensaba que se parecía mucho a una que había visto en Instagram, pero resultó ser un complejo privado que no se parecía tanto. Sin siquiera bajarnos del kayak, pusimos rumbo a la playa de Port Barton para devolverlo. Tardamos otros 20 minutos tranquilamente y eso que no había nada de marea, solo las olas que generaban las embarcaciones al entrar y salir de allí.
Llegamos a la orilla sobre la 13.30, nos bajamos del kayak pudiendo estirar la espalda finalmente, porque el kayak te la deja hecha una caca, y como era la hora de comer y no teníamos nada previsto, nos fuimos a un bar llamado Deep Moon que habíamos visto en nuestro paseo mañanero a tomar un bowl de frutas. Es un local que esta junto a la playa, que tiene las mesas y pufs en el suelo orientados perfectamente para ver la puesta de sol por la tarde.
Una cosa que sí me llamó la atención y no sé si era por falta de recursos o qué, pero el 90% de los establecimientos del pueblo eran vegetarianos o veganos, es decir, que apenas había carne por ningún lado. Esto atrae a un tipo de público determinado, pero a ver, por estar un par de días sin comer carne tampoco pasaba nada. Había gente (o eso nos contaron) que iba para un par de días y acabaron cambiando los planes para estar más tiempo.
Después de un rato de relax ahí mismo, decidimos irnos al hotel a por las toallas para tirarnos en la arena un rato. Primero nos quedamos casi al comienzo de la playa bajo una palmera grande que nos daba sombra, y donde yo me quedé sobado un buen rato. Encima tenía al lado justo la típica palmera de tronco doblado, perfecto para hacerse fotos.
Cuando Rhea trajo el dron de vuelta y lo guardamos, empezaba a caer seriamente el sol y nos dió por volver al mismo bar de antes a por otro zumo mientras veíamos la puesta de sol. Es verdad que había mas sitios donde ir a comer/beber, pero ese era casi perfecto, por lozalización, los sitios para sentarse, las vistas, el sonido del mar... una pasada. Yo aproveché para colocar la GoPro y hacer otro sunset (será por sunsets en este viaje).
La ventaja de hoy era que no teníamos que subirnos a una moto para irnos al hotel, estábamos a escasos 5 minutos andando de él, con lo que alargamos el momento todo lo que pudimos. Cuando el sol cayó por detrás de la colina (alrededor de las 17.30), nos levantamos y nos fuimos al hotel a ducharnos, cremas, etcétera.
Sobre las 19h ya estábamos listos y saliendo por la puerta cuando de repente dice Rhea - ¡¡ostras, que mañana no tenemos hotel!!! - cagada monumental. Pensábamos que teníamos dos noches de hotel en ese mismo sitio y resulta que no, que al día siguiente estábamos en la fucking street, jajaja.
Salimos corriendo por el pueblo en dirección a la zona donde Jomar nos había dicho que estaba su oficina, para ver si le encontrábamos y adelantar los acontecimientos un día. Era de noche y se veía fatal, porque la iluminación era mínima.Mientras tanto por el camino nos íbamos quedando con sitios para poder cenar después. Casí 10 minutos después encontramos finalmente a Jomar en un kiosko metido y conseguimos arreglar con él el viaje a medias, es decir, nos dijo que tenía que llamar a su jefe y preguntarle por la disponibilidad, pero casi seguro que si. Nos dijo que el sábado estuviéramos ahí a las 8am para que él nos dijera cómo quedaba todo.
En ese momento se nos quitó un peso enorme de encima, aunque se nos complicaba la mañana, porque habíamos apalabrado un tour para el sábado a las 9am y teníamos que estar ahí a las 8am y encima pasar por la oficina de turismo a conseguir el llamado "environmental fee" para poder entrar en los distintos lugares del tour.
Llamaba la atención sobre todo porque era más estilo occidental, con los platos pintados con tiza en las paredes y con muy buena pinta todos. Además se veía el horno donde estaban haciendo las pizzas y te apetecía todo. Nosotros nos fuimos al patio de atrás y nos pedimos un plato de hummus casero de entrante (izda), y pensamos que iba a ser poco y nos calentamos. Cuando salío la niña cantando la pizza yo casi me caigo de espaldas.
Allí no había tamaños, era "el tamaño", es decir, una pizza más grande que una familiar aunque finita, y eso si, todo vegetariano, nada de carne. El hummus nos encantó porque era muy casero y el pan era una pasada. Cuando quisimos empezar la pizza casi estábamos llenos. Justo en ese momento aparecieron 3 perros que se quedarons sentados mirando a la mesa y es que no era para menos, sabían que iba a sobrar, pero mucho.
Hicimos lo que pudimos por acabarla pero quedo algo mas de un cuarto de ella. Rhea mientras tanto les iba dando cachitos a los perros, jeje. Al final nos fuimos con la panza llena y dos botellas de litro de agua buena por unos 1160php. No era barato para los que vivían allí, pero para nosotros eran 7€ por persona.
Lo curioso del lugar, aparte de ser de dueños españoles, es que la radio que sonaba era en español, pero luego casi todo el local estaba lleno de gente que hablaba algo así como habreo, muy parecido al del taxi que compartimos en Bohol. Era muy gracioso ver como dos niñas de apenas 15 años sacaban las pizzas e iban cantando los nºs de cada una.
Al acabar hicimos la 12-14, porque sabíamos que iban a tirar la pizza a la basura, así que la pedimos para llevar y a la vuelta de la esquina, de camino al hotel, lo posamos en el suelo para que uno de ellos, o los 3, se lo comieran agusto. Nosotros tan tranquilos y con la panzada, a dormir al hotel ya.
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