C H O C O L A T E H I L L S
Este día se supone que amanecería nublado y con amenaza de lluvia, o eso era lo que llevábamos viendo durante una semana. Apartir de aquí nos dimos cuenta que mirar los pronósticos del tiempo en Filipinas era una pérdida de tiempo, y es que también el día anterior vinieron nubes que amenazaban lluvia y nada de nada, un poco de sombra.
La alarma estaba puesta a las 6.30am, pero a las 5.50am ya estábamos ojipláticos en la cama. Teníamos el techo más visto que otra cosa, y es que claro, a las 22h caímos rendidos, osea que nuestras 7 horas habíamos dormido, mejor o peor, pero suficiente.
Bajamos a desayunar en pijama directamente, y al acabar subimos a por las mochilas ya preparadas para poner rumbo al norte, a la isla de Bohol, anexa a Panglao. El camino pensamos sería mucho peor, pero la verdad es que la carretera estaba asfaltada de punta a punta y el tráfico era mínimo, por no decir inexistente. Sólo nos cruzamos con mas coches en zonas pobladas, algún perro que salía a la carretera cuando no debía, pero bueno, la moto no pasaba de 70km/h así que nos daba tiempo de sobra a reaccionar.
Rhea y yo lo pensábamos de camino, cuando veíamos a toda esa gente esperando en el borde de la carretera a que llegase el bus (aquí llamados jeepnys), que nosotros nos quejamos en Barcelona cuando llega unos minutos tarde, pero esa gente igual espera durante horas a que pase uno, con suerte. O incluso los niños para ir al colegio que tienen que ir andando por el borde de la carretera, y los que tienen mucha suerte, en moto con otros 4.
A las 9.30am empezamos ya a ver montañas marrones a nuestro alrededor y es que nos estábamos acercando al parque de las Chocolate Hills, más o menos cruzando el pueblo de Carmen. Sinceramente el camino desde Alona beach se hace muy ameno, hay poco tráfico, la carretera está genial y en moto se va perfectamente, no merece la pena alquilar un tour en el que vas acinado con otras 10 personas dentro.
Al llegar al parque nos detuvimos a pagar las correspondientes tasas: 100php por cabeza. Desde ahí, comenzaba una subida bastante potente incluso para la moto, que acababa en la base de una de las colinas, que hacía las veces de parking. Ahí dejamos la moto, nos repeinamos un poco tras quitar el casco con el sudor, y ahí los dejamos. Es cierto que nos dijeron que cuidásemos de ellos, y aunque había gente que lo dejaba ahí, nosotros los atamos a nuestras mochilas por si acaso y los llevamos en todo momento.
Cuando llegamos arriba las vistas eran una pasada, tal y como te las imaginas o como las ves en fotos. Docenas y docenas de colinas de color verde y marrón que se extienden hasta donde alcanza la vista y más allá, y es que según internet hay mas de 1200 colinas.
Nos hinchamos a hacer fotos, videos y a sudar. Conseguimos incluso que nos hicieran alguna foto juntos, que siempre es difícil que las hagan...bien :P Arriba incluso se podían hacer fotos con unas letras que leían "Chocolate Hills", pero estaban puestas de tal manera que era muy complicado que saliese algo legible. Yo intenté con el dron ver qué se leía desde el aire, pero...nada de nada.
La verdad que podíamos habernos quedado mucho más tiempo, pero el bochorno era brutal y no apetecía estar arriba mucho más, así que acabé de grabar lo que tenía pensado y bajamos al primer descanso de las escaleras a tomar un poco de agua en la sombra. Cabe decir, a modo de anécdota, que mientras bajábamos, un americano se puso a declararse a su novia de rodillas y toda la pesca jejej..
También justo ahí se nos acercó un hombre de aspecto local, pero con una cámara reflex enorme. Se puso a hablarnos, que de dónde éramos, que nos había visto con el dron y le impresonaba. Resultó ser de origen filipino, pero había vivido en California casi toda su vida. Muy amable, y nos deseó buen viaje.
Al reanudar la marcha, decidimos meternos en el bar que tenían al lado del parking a por algo de beber, y nos tomamos a medias un gatorade y una agua para recuperar minerales y agua. Fuimos al baño, nos pusimos algo más de crema, y sin esperar más nos subimos a la moto y nos pusimos en marcha otra vez.
Podíamos haber ampliado el viaje y haber ido por otro recorrido de vuelta, para deternernos en el parque de Tarsieros (monos de ojos enormes), pero nos dijeron que no merecía la pena ninguno de los 2 sitios: uno porque los tenían en jaulas y los sacaban para que los vieran los turistas, y el otro que era más reserva, solo debía haber 5 siempre en el mismo sitio, la guía te llevaba donde estaban y les hacías fotos...no queríamos contribuir a eso.
Por lo tanto, nos dedicamos a conducir todo el camino de vuelta, parando de vez en cuando a descansar un poco el culo, de tanto bote en la carretera, y a grabar algo con el dron. La verdad que conducir entre esta jungla relaja, con su tranquilidad, el sonido de los gallos, e imágenes como la de la derecha.
El plan era ir a otra playa ese día por la tarde, pero claro, no llevábamos nada encima para poder bañarnos, así que nuestro primer destino era el hotel. En menos de una hora estábamos entrando por la puerta, cuando eran alrededor de las 13h. Aparte de coger los bártulos para ir a la playa, ya que estábamos, nos quedamos a comer en el hotel mismo una ensalada césar para ella, y un sandwich para mi.
Ríete tú de la ensalada de esta gente, muy sana y suave para el calor que hacía, ¿sabes? Mi sandwich tampoco era tal, era un bocata enorme que me zampé sin apenas verlo delante, pero bueno, tenía hambre, qué le vamos a hacer. Y ahora había que volver a salir al calorazo con la moto para ir a la playa. Pero no íbamos a repetir Alona, teníamos en mente unas que estaban algo más arriba, aunque eso supusiera volver por el camino de las Chocolate Hills. Estas eran tres playas seguidas que todo el mundo decía que estaban geniales y que eran de gente local, que apenas iban extranjeros, y nos picó la curiosidad. A la que fuimos directos era la White beach. |
Nosotros caminamos unos 5 minutos hacia el sur, donde daba un poco el sol y ahí planchamos nuestras toalla en la arena. Nos dedicamos a hacer fotos, a bañarnos un poco, aunque la marea había bajado ya bastante. Rhea mientras tanto se puso a preparar en la arena unas letras hechas a mano escarbando en la arena, con cocos y algas, con objeto de felicitar a su hermana Sara desde el aire con el dron.
Dejamos la moto y comenzamos el camino de regreso al hotel, pero antes de llegar, en la carretera de bajada a Alona beach, nos compramos un helado para desquitarnos un poco del nivel de azúcar diario, jeje. Ahora si, al hotel, pero era muy pronto y había sol, con lo que decidimos quedarnos en la piscina un buen rato, ya que desde que habíamos llegado no la habíamos probado.
Al principio bien, el agua templada, entre palmeras, silencio absoluto solo roto por el ruido de las gallinas y gallos. Pero cuando empezó a caer la noche, los mosquitos tomaron el control de la situación. Nosotros habíamos aprovechado para poner Netflix en el móvil al borde de la piscina, y la GoPro al otro lado para hacer un timelapse del sunset, pero los mosquitos tenían otros planes.
Nosotros nos rendimos pronto y alrededor de las 18.30h nos subimos a la habitación a ducharnos, cambiarnos, ponernos cremas y salir a cenar. A la hora de siempre, osea las 20h, salimos a cenar y no estábamos para pensar mucho, ¡al Shaka! - dijimos los dos.
Sin más, nos fuimos al hotel y dejamos pedido un taxi para primera hora de la mañana, que nos dejase en el puerto para regresar a Cebú. Aparte pedimos por favor nos preparasen el desayuno para llevar (muy típico en Filipinas), y que preparasen la cuenta de todo lo que debíamos (lavandería, comida, taxi, etcétera). De aquí a dormir directos con Netflix...
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