Tuesday, April 3, 2018

Philippines - 03A Chocolate Hills

C H O C O L A T E   H I L L S

Este día se supone que amanecería nublado y con amenaza de lluvia, o eso era lo que llevábamos viendo durante una semana. Apartir de aquí nos dimos cuenta que mirar los pronósticos del tiempo en Filipinas era una pérdida de tiempo, y es que también el día anterior vinieron nubes que amenazaban lluvia y nada de nada, un poco de sombra.

La alarma estaba puesta a las 6.30am, pero a las 5.50am ya estábamos ojipláticos en la cama. Teníamos el techo más visto que otra cosa, y es que claro, a las 22h caímos rendidos, osea que nuestras 7 horas habíamos dormido, mejor o peor, pero suficiente.

Bajamos a desayunar en pijama directamente, y al acabar subimos a por las mochilas ya preparadas para poner rumbo al norte, a la isla de Bohol, anexa a Panglao. El camino pensamos sería mucho peor, pero la verdad es que la carretera estaba asfaltada de punta a punta y el tráfico era mínimo, por no decir inexistente. Sólo nos cruzamos con mas coches en zonas pobladas, algún perro que salía a la carretera cuando no debía, pero bueno, la moto no pasaba de 70km/h así que nos daba tiempo de sobra a reaccionar.
A la media hora de moto nos detuvimos en el arcén (por llamarlo de alguna manera) e intentamos grabar algo con el dron, pero fue imposible.

Hacía tanto calor, que ni el mando, ni el dron respondían. Se recalentaron de tal manera que tuvimos que seguir con la marcha sin hacer ni un solo vídeo.

Estamos hablando de las 8.30 de la mañana aproximadamente, y es que hay que recordar que en estas latitudes, el día empieza mucho antes y por tanto el sol caliente desde varias horas antes.
Lo mejor del camino eran los niños que nos cruzábamos por el camino, bien cuando iban o venían del colegio con sus mochilas, nos saludaban siempre, y los que no, les saludábamos nosotros, jeje. La verdad que era muy gracioso verles sonreír al saludar. Para ellos, metidos en esos poblados chabolistas, sin nada que les cambie la rutina diaria, ver a un extranjero era una novedad y les alegraba. A nosotros también por supuesto.

Rhea y yo lo pensábamos de camino, cuando veíamos a toda esa gente esperando en el borde de la carretera a que llegase el bus (aquí llamados jeepnys), que nosotros nos quejamos en Barcelona cuando llega unos minutos tarde, pero esa gente igual espera durante horas a que pase uno, con suerte. O incluso los niños para ir al colegio que tienen que ir andando por el borde de la carretera, y los que tienen mucha suerte, en moto con otros 4.

A las 9.30am empezamos ya a ver montañas marrones a nuestro alrededor y es que nos estábamos acercando al parque de las Chocolate Hills, más o menos cruzando el pueblo de Carmen. Sinceramente el camino desde Alona beach se hace muy ameno, hay poco tráfico, la carretera está genial y en moto se va perfectamente, no merece la pena alquilar un tour en el que vas acinado con otras 10 personas dentro.

Al llegar al parque nos detuvimos a pagar las correspondientes tasas: 100php por cabeza. Desde ahí, comenzaba una subida bastante potente incluso para la moto, que acababa en la base de una de las colinas, que hacía las veces de parking. Ahí dejamos la moto, nos repeinamos un poco tras quitar el casco con el sudor, y ahí los dejamos. Es cierto que nos dijeron que cuidásemos de ellos, y aunque había gente que lo dejaba ahí, nosotros los atamos a nuestras mochilas por si acaso y los llevamos en todo momento.
Nada más dejar la moto, lo primero que se veía eran estas escaleras que te llevaban a la cima de una de las colinas, y como se aprecia también, había pocas nubes, es decir, solazo a morir. Teníamos miedo de que lloviese, pues toma leña. Tuvimos que hacer varias paradas a lo largo de las escaleras para respirar, y como no debíamos ser los únicos, a la izquierda ya había "miradores" a la sombra para que la gente se sentase a descansar.

Cuando llegamos arriba las vistas eran una pasada, tal y como te las imaginas o como las ves en fotos. Docenas y docenas de colinas de color verde y marrón que se extienden hasta donde alcanza la vista y más allá, y es que según internet hay mas de 1200 colinas.

Nos hinchamos a hacer fotos, videos y a sudar. Conseguimos incluso que nos hicieran alguna foto juntos, que siempre es difícil que las hagan...bien :P Arriba incluso se podían hacer fotos con unas letras que leían "Chocolate Hills", pero estaban puestas de tal manera que era muy complicado que saliese algo legible. Yo intenté con el dron ver qué se leía desde el aire, pero...nada de nada.

La verdad que podíamos habernos quedado mucho más tiempo, pero el bochorno era brutal y no apetecía estar arriba mucho más, así que acabé de grabar lo que tenía pensado y bajamos al primer descanso de las escaleras a tomar un poco de agua en la sombra. Cabe decir, a modo de anécdota, que mientras bajábamos, un americano se puso a declararse a su novia de rodillas y toda la pesca jejej..

También justo ahí se nos acercó un hombre de aspecto local, pero con una cámara reflex enorme. Se puso a hablarnos, que de dónde éramos, que nos había visto con el dron y le impresonaba. Resultó ser de origen filipino, pero había vivido en California casi toda su vida. Muy amable, y nos deseó buen viaje.

Al reanudar la marcha, decidimos meternos en el bar que tenían al lado del parking a por algo de beber, y nos tomamos a medias un gatorade y una agua para recuperar minerales y agua. Fuimos al baño, nos pusimos algo más de crema, y sin esperar más nos subimos a la moto y nos pusimos en marcha otra vez.

Podíamos haber ampliado el viaje y haber ido por otro recorrido de vuelta, para deternernos en el parque de Tarsieros (monos de ojos enormes), pero nos dijeron que no merecía la pena ninguno de los 2 sitios: uno porque los tenían en jaulas y los sacaban para que los vieran los turistas, y el otro que era más reserva, solo debía haber 5 siempre en el mismo sitio, la guía te llevaba donde estaban y les hacías fotos...no queríamos contribuir a eso.

Por lo tanto, nos dedicamos a conducir todo el camino de vuelta, parando de vez en cuando a descansar un poco el culo, de tanto bote en la carretera, y a grabar algo con el dron. La verdad que conducir entre esta jungla relaja, con su tranquilidad, el sonido de los gallos, e imágenes como la de la derecha.

El plan era ir a otra playa ese día por la tarde, pero claro, no llevábamos nada encima para poder bañarnos, así que nuestro primer destino era el hotel. En menos de una hora estábamos entrando por la puerta, cuando eran alrededor de las 13h. Aparte de coger los bártulos para ir a la playa, ya que estábamos, nos quedamos a comer en el hotel mismo una ensalada césar para ella, y un sandwich para mi.
Ríete tú de la ensalada de esta gente, muy sana y suave para el calor que hacía, ¿sabes? Mi sandwich tampoco era tal, era un bocata enorme que me zampé sin apenas verlo delante, pero bueno, tenía hambre, qué le vamos a hacer.

Y ahora había que volver a salir al calorazo con la moto para ir a la playa. Pero no íbamos a repetir Alona, teníamos en mente unas que estaban algo más arriba, aunque eso supusiera volver por el camino de las Chocolate Hills.

Estas eran tres playas seguidas que todo el mundo decía que estaban geniales y que eran de gente local, que apenas iban extranjeros, y nos picó la curiosidad. A la que fuimos directos era la White beach.
Cuando llegamos a los 20 minutos en moto, nos dimos cuenta que era verdad, que allí no había nada de nada. Era como una playa con alguna chabola de juncos, pero abandonada a su suerte. Tenía algún que otro local por allí con sus hijos jugando en el agua o fuera, pero vamos, nada de nada.

Nosotros caminamos unos 5 minutos hacia el sur, donde daba un poco el sol y ahí planchamos nuestras toalla en la arena. Nos dedicamos a hacer fotos, a bañarnos un poco, aunque la marea había bajado ya bastante. Rhea mientras tanto se puso a preparar en la arena unas letras hechas a mano escarbando en la arena, con cocos y algas, con objeto de felicitar a su hermana Sara desde el aire con el dron.
A eso de las 16h, el sol estaba ya tan bajo que casi no pegaba, y es que al irnos más al norte, la propia costa recortaba más aún el sunset que incluso en Alona Beach. Como no teníamos más que rascar ahí y la marea estaba muy baja (como se aprecia en mi paseo), nos fuimos de regreso a la moto.

En ese momento nos acordamos de los controles de policía de los que nos habló la chica del moto renting, y es que al venir a esta playa ya nos los habíamos cruzado. Eran grupos de 2 policías a pié, vestidos de marrón claro y parando motoristas de forma aleatoria.

Al llegar a Alona, nosotros nos hicimos los orejas y tirando sin hacer caso, nos acabamos metiendo en la carretera de Alona Beach. La putada fue que al llegar abajo, nos dijeron que ahí no se podía aparcar, así que tuvimos que dar la vuelta.
Como ya era casi de noche y no había muchos sitios donde ir, decidimos ir a devolver la moto ya al Pata Negra. Nos cruzamos con una decena de policías controlando el tráfico, pero eran bastante ridículos, es decir, si pasaba una chica guapa (es decir, medio en pelotas), sonreían ji ji ja ja, y no le decían nada, ahora si pasaba uno sin casco, ¡¡¡stop here please!!! Hombres :P

Dejamos la moto y comenzamos el camino de regreso al hotel, pero antes de llegar, en la carretera de bajada a Alona beach, nos compramos un helado para desquitarnos un poco del nivel de azúcar diario, jeje. Ahora si, al hotel, pero era muy pronto y había sol, con lo que decidimos quedarnos en la piscina un buen rato, ya que desde que habíamos llegado no la habíamos probado.

Al principio bien, el agua templada, entre palmeras, silencio absoluto solo roto por el ruido de las gallinas y gallos. Pero cuando empezó a caer la noche, los mosquitos tomaron el control de la situación. Nosotros habíamos aprovechado para poner Netflix en el móvil al borde de la piscina, y la GoPro al otro lado para hacer un timelapse del sunset, pero los mosquitos tenían otros planes.

Nosotros nos rendimos pronto y alrededor de las 18.30h nos subimos a la habitación a ducharnos, cambiarnos, ponernos cremas y salir a cenar. A la hora de siempre, osea las 20h, salimos a cenar y no estábamos para pensar mucho, ¡al Shaka! - dijimos los dos.
Como el primer día no pudimos pedir el bowl con yogurt, porque se les había acabado, esa noche teníamos ganas de yogurt. El problema era que ya íbamos tarde para pillar un sitio decente fuera.

Efectivamente al llegar, había cola fuera. Con suerte, unos de la cola se fueron, otros se metieron dentro y nos dejaron a nosotros el alfeizar de la ventana derecha,¡¡ perfecto!!
Nos pedimos lo que véis a la derecha, un zumo cada uno y un bowl de frutas y cereales. No se podía pedir más. Mientras tanto, una de las camareras muy majas se puso a darnos conversación. Todo el mundo te preguntaba por tu origen, dónde ibas, de dónde venías, etcétera...molaba el rollo que tenían. A todo esto, nos encontramos al "ebreo" del taxi ¿recordáis del día que llegamos?.. pues bien, le vimos un par de veces con la moto y una guitarra, pero siempre metiendo ficha a una guiri diferente, jajaja, menudo pieza...

Sin más, nos fuimos al hotel y dejamos pedido un taxi para primera hora de la mañana, que nos dejase en el puerto para regresar a Cebú. Aparte pedimos por favor nos preparasen el desayuno para llevar (muy típico en Filipinas), y que preparasen la cuenta de todo lo que debíamos (lavandería, comida, taxi, etcétera). De aquí a dormir directos con Netflix...

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