Wednesday, September 12, 2018

Menorca y vuelta

Este viaje empezó entre nubes y gotas de agua, ya que el tiempo empeoró bastante estas últimas semanas, con inundaciones en Barcelona y alrededores.

Salimos el sábado por la tarde, con lo que nos dio tiempo a prepararnos, hacer maletas, comer tranquilos y después salir hacia el aeropuerto en Aerobus.

Llegamos un poco tarde y además con retraso de Vueling como era de esperar. Sobre las 20.30 estábamos pisando suelo balear, y el de alquiler de coches esperándonos ahí mismo con el cartel.

Nos dio el coche, pagamos lo que nos quedaba ahí mismo y nos pusimos en camino hacia Ciudadela, donde teníamos el hostal, a una media hora larga. Cuando llegamos, el hostal todavía estaba abierto y la chica nos estaba esperando para darnos las llaves de la habitación. Nos dijo que la nuestra era para tres, que si queriamos nos daba otra de una chica que acaban de irse que era para dos. Veníamos cansados, así que nos quedamos con la otra, y listo.

Ese día poco más pudimos hacer, porque era tarde y teníamos que sacar las cosas de la maleta. Decidimos sacarlo todo de cualquier manera e irnos a dar un paseo, ya que el centro estaba en línea recta a unos 10 minutos andando.
Llegamos a la plaza del ayuntamiento, nos hicimos algunas fotos y luego bajamos al puerto deportivo, donde acabamos cenando en un restaurante llamado Mandi Mandi.

La temperatura era perfecta, al lado del agua, sin calor alguno, pero se nos hacía bastante tarde, así que nos fuimos directos de vuelta al hotel y a dormir.

Día 2

Amaneció un poco raro el día, pero aún así íbamos convencidos de tocar playa o cala. Este día decidimos desayunar en el mismo hostal, porque el precio estaba bien, la mujer nos atendió bien y nos quedaba a mano, la verdad. El resultado fue dos Colacaos, magdalenas y croissant por solo 6€.

Tras desayunar, volvimos a por las cosas a la habitación y nos fuimos directos a Cala Mitjana. Hicimos un amago de meternos en otra cala muy famosa de la zona, pero el cartel ya ponía que estaba lleno el aparcamiento, y eso que eran las 9.30am, una locura.

Cuando llegamos al aparcamiento de la cala estaba casi vacío y no tuvimos problemas para aparcar, así que nos pusimos bañadores y cogimos todo lo que necesitábamos para bajar a la cala, porque había unos 10 minutos de pateada cuesta abajo hasta llegar al sitio.


Cuando llegamos había gente ya tirada en las toalla, con sombrillas puestas y eso que estaba nublado, pero bueno. Nosotros dejamos las cosas a una orilla, y nos fuimos a inspeccionar un poco por encima de las rocas de un lateral, para poder hacer alguna fotos, y porque vimos a unos chicos lanzándose al agua desde ellas, a más de 5m de altura...sin sentido :)

Al rato volvimos, nos tumbamos durante un par de horas, y al principio estaba bien e incluso conseguimos dormir un poco, pero al rato,  la pequeña playa ya estaba petada de gente de todo tipo. Pijos, rastafaris en pelotas, niñatos dando voces, jajaj un festival. El sol iba y venía y yo me mordía la lengua por no cagarme en todo al no tener el dron para poder volarlo y grabar un poco el paisaje de alrededor, una pena.

Cuando el hambre ya acuciaba y estábamos cansados de tanta nube encima de nosotros (con algún amago de lluvia incluso), recogimos las cosas y nos fuimos de vuelta al coche, esta vez 10 minutos subiendo hasta el aparcamiento. La gente seguía llegando sin parar, y eso que el día ya no daba para mucho mas.

Nosotros teníamos un sitio que encontró Rhea al otro lado de la isla, hacia el norte, cerca de un pueblo llamado Fornells. Como tampoco era tan tarde, decidimos ir a ver primero el pueblo, ya que el restaurante estaba un poco antes en un desvío. Aparcamos en el mismo pueblo y nos fuimos a dar una vuelta, con la esperanza de ver un castillo.

Al final el castillo resultó ser unas piedras colocadas de aquella manera y muy pequeño, así que bueno, viendo el día que hacía y que no había mucho más que hacer, regresamos al coche y nos fuimos dirección al restaurante Cafe del Nord, donde nos estaba esperando la comida rica.
Teníamos claro que queríamos el arroz negro, pero no sabíamos si nos entraría algo más delante, pero bueno, íbamos con un hambre voraz, y acabamos pidiendo unas croquetas de jamón delante, muy ricas.

Las croquetas duraron menos 10 segundo, jeje, y el pan que nos pusieron al lado menos todavía.

Al rato llegó el chico con la pota de arroz negro y empezó a servirnos a los dos, mientras nosotros nos limpiábamos las babas. Nos comimos el plato entero los dos, y Rhea la pobre con algo de constipado no pudo más, pero yo repetí otras dos veces y seguía quedando para otro medio plato tranquilamente, una sobrada.
Poco antes de acabar de comer, empezó a caer agua y tuvieron que cerrar el techo del restaurante para no calarnos. Como estábamos empachados y no teníamos prisa, nos quedamos ahí un rato más esperando a que parase, mientras no dejábamos de beber agua fría, por el calor y la humedad.

Cuando paró volvimos al coche directamente y pusimos rumbo a Ciudadela de nuevo para ducharnos en el hostal, vestirnos bien e ir a dar una vuelta por la ciudad otra vez, esta vez para verlo de día y hacer alguna foto. Nos pateamos todo el centro haciendo tiempo para bajar un poco la comida, y porque no habíamos visto mucho de la zona todavía.

Cuando nos entró el hambre un poco, decidimos bajar a la zona de puerto, donde están casi todos los restaurantes buenos básicamente, y nos sentamos en uno de tapas llamado Tritón. Como íbamos algo cargados todavía decidimos hacerlo sencillo y pedir solo tres tapas: ensaladilla, boquerones para Rhea y unas albóndigas con tomate típicas de la zona. Suficiente para cenar y buen precio además.

Al acabar y para no meternos enseguida a la cama, nos fuimos a pasear un poco más hasta que llegamos incluso a una zona donde estaba el sitio donde queríamos ir a desayunar al día siguiente, por casualidad. Dimos la vuelta y nos fuimos al hotel ya sabiendo que las previsiones para el día siguiente eran de lluvia hasta las 10am o así.

Día 3

Yo me desperté a media noche al baño y ya empezaba el festival de rayos y truenos. Cuando despertamos por la mañana pronto ya estaba cayendo agua cosa boba. Esto nos trastocaba un poco el tema desayuno, porque el sitio estaba a unos 15 minutos andando mínimo, y bajo la lluvia y sin paraguas mal. Le preguntamos a la chica del hostal y nos dijo que no tenía tampoco, así que nos subimos al coche y directos a la zona del bar, llamado Herbera Bakery.

Aparecía en Instagram como uno de las mejores sitios para comer dulces, así que no lo dudamos y nos sentamos a pedir. Croissant de almendras, croissant de café relleno de mascarpone y una mini ensaimada rellena de crema, que a mi sinceramente me dejó un poco indiferente.
Entiendo que a la gente les guste porque es dulce, pero a mi me tiran más los croissants :P y sobre todo el de almendras que estaba superbueno y jugoso.

Mientras desayunábamos dejó de llover y pudimos volver al coche sin mojarnos mucho. La idea era volver al hostal, lavarnos dientes y vestirnos para salir a algún sitio. No teníamos claro si ir a ver un pueblo al lado de Mahón, o si ir a una cala debido al mal tiempo, pero como vimos que podría abrir, decidimos hacer algo intermedio y nos fuimos a ver un faro que estaba cerca, a unos 11 minutos en coche llamado Far D'Artrutx.

Por si acaso, antes de llegar paramos en un hipermercado Diskount que había justo al lado del hostal para coger algo para comer, ya que pasaríamos todo el día fuera y no teníamos ganas de movernos a un restaurante. Compramos algo de pan, jamón y queso, un par de piezas de fruta y agua. Suficiente para sobrevivir un día entero, jaja.

Cuando llegamos cerca del faro, detuve el coche un poco antes pensando que estábamos cerca y resultó estar a otros 5 minutos andando más lejos, lo cual aprovechamos para ir haciendo muchas fotos por el camino con el cielo azul y los barquitos que se cruzaban.
La verdad que las casa que había a pie de mar no estaban nada mal tampoco, casi todas con su piscina individual y su jardín perfecto, como las de la foto, que se me parecían mucho a la de los picapiedra, jeje.

Cuando llegamos al faro había ya bastante gente alrededor haciendo lo mismo, y es que el día de momento no estaba para mucha playa, aunque empezaba a pegar el sol poco a poco. Rhea se empezó a cabrear, porque la pobre se había maquillado y todo, y el día pedía chapuzón casi. En fin, hicimos unas cuantas fotos y nos volvimos rápido al hostal a por bañadores decididos a tocar agua.

La ruta ahora era otra cala que encontró ella muy famosa y que parecían piscinas naturales, llamada Cala en Brut. Estaba a apenas 10-15 minutos del hostal así que no tardamos nada en llegar y encima al llegar a la misma orilla de la cala encontramos un sitio perfecto para aparcar, increíble.

Bajamos a la cala por las escaleras de cemento que habían construido y ya se veía algo de gente por allí paseando y tirándose al agua cristalina. Nosotros nos sentamos donde pudimos a un lado y como era casi la hora de comer, nos montamos un par de bocadillos y nos pusimos a comer mientras tomábamos un poco el sol, que falta nos hacía.
La verdad que se estaba genial, sitio inmejorable al borde del agua, agua que estaba a una temperatura impresionante, totalmente calmada, poca gente, etcétera. Yo me tiré desde varias alturas para mimetizarme con el entorno, jeje, y Rhea por no mojarse el pelo se metía pero desde las escaleras.

La verdad que vimos cosas que nunca pensamos ver por ahí, como gente en pelotas con aros en el pene (si, existía un ejemplar así), un pájaro muy raro persiguiendo peces y comiendo alguno, una señora echando pan a los peces que venían por cientos, momento en que otro pez más grande se comía a uno más pequeño que estaba distraído con el pan... una pasada.

La verdad que si no hubiese sido porque se me estaba quedando el culo cuadrado del cemento del suelo, me habría quedado más, pero sobre las 16:30 yo no podía más y le dije a Rhea de irnos ya de vuelta a Ciudadela a por un helado. Así pues, recogimos los bártulos y nos pusimos en marcha dirección al pueblo, atravesando el puerto deportivo hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Como era zona azul y era lunes, cogimos los helados y nos fuimos a comerlos junto al coche, por si acaso.

Tras ese momento azúcar nos fuimos ya en el coche al hostal a ducharnos, porque el agua estaban genial pero tenía mucha sal y se estaba bastante incómodo con la ropa. Nos relajamos un buen rato en el hotel (momento casi siesta), porque la idea era ir de nuevo al mismo faro a ver anochecer sobre las 20h.

Cerca de las 19.30 cogimos el coche y nos dirigimos de nuevo al faro, esta vez conduciendo Rhea echándonos unas risas.
Cuando llegamos había bastante gente esperando a lo mismo, mucha más que por la mañana y es que tenía pinta de ser bastante chulo. Yo tuve poca vista y fui con las espardeñas lo que hizo que no pudiese moverme mucho por las rocas, porque se me estaban rompiendo, así que nos apalancamos en un lateral del faro, coloqué la GoPro en modo timelapse, y a esperar la magia.
Al poco de acabar se podía ver como una marabunta de gente salía corriendo hacia los coches para huir sin pillar tráfico, jeje. Había incluso gente que llegaba en ese momento a ver, no sé, las estrellas, porque otra cosa ya imposible,  :D

Esta noche teníamos reserva a las 21h en uno de los hoteles de la plaza del ayuntamiento, recomendado por algunos amigos de Rhea, llamado Restaurante Cas Consol. Nosotros fuimos un poco antes por si nos quedábamos sin buen sitio en la terraza, porque habíamos reservado expresamente en ella.

Cuando llegamos al sitio, vimos que la mejor mesa de la terraza que conocíamos estaba pillada, pero el encargado nos remitió a la planta superior, donde había otra terraza. Subimos y nos pusimos en otra mesa que daba al mar. La verdad que las vistas estaban genial, pero mi silla estaba un poco en el medio de la salida a la misma.
Comenzamos por el típico pan con tomate y unas bombas de queso. Seguimos con un pescado cada uno: para ella merluza a la donostiarra, y para mi bacalao encebollado. Y para terminar, ella se pidió un postre: requesón con helado de vainilla por encima, recomendación del camarero, pero que no tuvo muy buena aceptación por culpa de los piñones.

La verdad que era caro, pero la calidad de la comida era una pasada. El pescado se deshacía en la boca, y las bombas de queso, que nunca habíamos visto, también estaban muy buenas.

Acabamos de cenar sobre las 22 y algo, y no teníamos muchas ganas de pasear así que nos fuimos al hotel a descansar para el día siguiente, porque la cala a la que queríamos ir, necesitaba de un pequeño esfuerzo de nuestra parte, es decir, madrugar de narices...

Día 4

A las 7.45am teníamos la alarma puesta, en vacaciones. Terrible idea la de levantarse a esas horas porque encima tenía que conducir un rato hasta la cala, y la carretera no era la mejor que digamos, jeje. Compramos algo para desayunar una vez llegásemos, porque no nos daba tiempo a desayunar en el hotel. Llegamos sobre las 8.30am por una carretera de doble sentido, pero con capacidad para coche y medio solo. Tuvimos suerte que al ser pronto, no venía ningún coche de frente.

Al llegar vimos el aparcamiento enano que tenían, y nos dirigieron para aparcar pegados a otros coches, casi que ni salíamos por la puerta. Cogimos las mochilas y empezamos a caminar por un camino de tierra hasta la playa. Esta vez fue más corto y al llegar estaba prácticamente vacía.
Este es el aspecto de una cala a las 8.30am, vacía y casi sin sol, jeje. Además nos cruzábamos con gente que se iba después de hacer acampada durante la noche y borrachera, jeje.

Nosotros pusimos la toalla cerca de la orilla para que no nos molestasen, pero es una cala limitada y se nos acabaron poniendo dos italianas delante, casi en el agua.

También nos fuimos a investigar un poco justo enfrente, por donde las rocas de la izquierda, donde estaba artificialmente creado un embarcadero, donde nos dimos cuenta luego que era donde desembarcaban todos los barcos de turistas, cientos de ellos.

Nosotros entre desayunar, dormir, comer dulce, luego comer algo de fruta de uno que pasaba vendiendo, mas dulce, mas dormir, y sol...poco más hicimos. Yo la verdad es que estaba reventado de la madrugada, porque tampoco es que durmiésemos muy allá en esas camas. Rhea se metió más que yo al agua, y estuvo algo más activa incluso haciendo fotos a unas cabras negras que aparecieron por ahí de repente a comer, jeje. Yo lo único que hice fue ir dos veces al baño químico que tenían al lado, jeje.

Como decía, llegaban barcos de docenas de turistas, y el primero lo aguantamos porque casi no nos enteramos, pero el segundo ya nos mató, porque venían tantos que la playa se abarrotaba de gente y era hasta desagradable estar ahí, así que cuando vimos a la gente bajar del segundo, recogimos y nos fuimos.

La idea era irnos a otra playa que había en el norte llamada Son Saura. Estaba muy bien porque era grande y había poca gente. Tenía además una peculiaridad, y era que tenía partes de la arena rosa, como si un coral o algo se hubieran descompuesto allí. Nos tumbamos un rato al sol, luego nos fuimos a dar un paseo por la orilla y a hacer alguna foto, y a la hora y poco nos regresamos ya a Ciudadela.

El camino no era muy largo, pero como siempre era el mismo para ir a cualquier lado, era un poco dejavú continuo. Para esta noche, teníamos reservado desde 2 días antes otro restaurante exclusivo del puerto llamado Restaurante S'Amador. Digo exclusivo, porque el día que reservamos fue justo después de salir del de las tapas, y había mas de 20 personas esperando en la cola para poder cenar.

Era caro, pero merecía la pena, y además Rhea ya tenía claro lo que quería comer, langosta con huevo y patatas, típico de ahí. Antes de nada, pasamos por el hostal a ducharnos, quitarnos la sal y la arena, ponernos guapos, y andando al centro como de costumbre.

Como era pronto, pensamos que sería mejor ir a comprar algo de recuerdo para nosotros y algo para llevar al trabajo. Nosotros nos compramos un "imán menorquina" muy chulo y un surtido de tres quesos de Mahón típicos de Menorca. Rhea luego se compró dos ensaimadas para el trabajo, pero las dejamos en la tienda porque no queríamos cargar con ellas toda la cena, y porque cerraban a las 12.

Al llegar al sitio ya había gente esperando para entrar. Nos sentaron en el patio de dentro y cogimos la carta, casi por inercia, jeje.
Yo no soy muy fan de la langosta, pero bueno, por probarla una vez no iba a pasar nada, así que pedimos este plato único para los dos, y pan con tomate claro.

Rhea lo gozó como una niña con zapatos nuevos, a mi me entraron un par de trozos y después me dediqué mas al huevo y la patata frita. Estuvimos un buen rato porque entre que sacabas la langosta de su caparazón y no... aunque el sitio estaba a reventar y todos pedían algo parecido, no tardaron mucho en traerla.

Algo curioso, que por poco no pillamos en cámara, fue que nos trajeron la langosta viva para verla y al chico que la trajo se le escapó, cayó al suelo y fue un show ver cómo intentaba huir y el chico volver a cogerla sin hacerse daño con sus pinchos. Daba algo de pena, saber que hace un momento estaba viva, pero bueno..(encima estaba a 72€ el medio kilo => whadafuck!!!!)

Al acabar nos quedamos unos minutos sentados observando a las demás mesas, y todos estaban pidiendo algo parecido, como caldereta de langosta, o caldereta de bogavante, etcétera...sin cortarse un pelo los franceses, jajaja.

Al acabar solo nos quedaba dar un pase, recoger las ensaimadas del trabajo que dejamos en la tienda y poco más. Sabíamos que al día siguiente haría muy malo, pero bueno, algo improvisaríamos.

Último día

Como sabíamos que llovía, no tuvimos prisa por levantarnos, aunque nuestro cuerpo nos pedía salir de esa cama rápido. La idea era repetir confitería y también el transporte, porque sin paraguas nos íbamos a poner de agua finos. Encima fuimos tontos porque no llevamos unas zapatillas y nos calamos enteros.
Como se ve, el desayuno no cambió mucho, solo el ensaimada por la flauta de jamón. Esta vez no dejó de llover del todo, aunque conseguimos volver al coche sin problemas.

Solo nos quedaba una cosa por ver, y era un pueblo al otro lado de la isla, lo cual nos daba esperanzas de que hiciese mejor, aunque la app del tiempo no fuera muy halagüeña. Nos fuimos al hostal de nuevo para recoger las maletas, hacer el checkout y ahora si, despedirnos de Ciudadela para irnos a la zona sureste de la isla.

Al llegar el tiempo estaba mal, como en el otro lado. No llovía tanto, pero llovía. Intentamos dar un paseo por el pueblo de Binibequer, pero cada poco empezaba a llover más fuerte y nos teníamos que refugiar en algún soportal. El pueblo era una pasada, y es una pena no haberlo visto con sol porque merece muchísimo la pena. En ese momento, sin paraguas ni chubasquero, no nos quedó otra que retirarnos, y eso que habíamos encontrado un aparcamiento de lujo en pleno centro.

Rhea encontró un restaurante cerca de allí, así que nos fuimos directamente a esa zona sin pensarlo y sin más opción. El sitio se llamaba El Faro, Cala Torret. Nos costó encontrarlo, sobre todo porque queríamos resguardarnos de la lluvia, e íbamos metiéndonos por soportales que nos dejaban ver bien el sitio.

Al llegar, nos sentaron junto al mar y nos abrieron unos toldos que protegían de la lluvia para que corriese un poco el aire, porque a pesar de llover, la humedad era cercana al 100%. La comida estaba clara, queríamos arroz con lo que fuese, para acabar de rematar el viaje, jeje.
Este es el plato que nos metimos entre pecho y espalda, aparte de pan con tomate y un plato de jamón ibérico buenísimo. Se llamaba arroz ciego, porque ya venía todo desmigado dentro: calamares, gambas, carne de cerdo y alguna cosa más.

Estaba muy bueno, pero era demasiado para dos y nos tuvimos que llevar en un tupper lo que sobró, porque jamón no quedó nada :P

Lo más gracioso es que mientras comíamos dejó de llover. Nosotros teníamos la esperanza de que se quedase así un rato para poder volver al pueblo, aunque a las 3pm daban mucha más lluvia.
Justo al levantarnos, empezó a llover otra vez y ya se nos quitaron las ganas de volver a Binibequer, así que sintiéndolo mucho, con unas 3 horas libres por delante hasta el vuelo, nos vimos obligados a irnos al aeropuerto y devolver el coche. Encima el vuelo venía con retraso de media hora, así que aún tuvimos más tiempo para no hacer nada en el aeropuerto. Ver series, Facebook, Instagram y pasear por el recinto.

La verdad que no tenía pinta de mejorar, porque incluso cuando empezamos a embarcar, empezó también a caer el diluvio universal, lo que me dió miedo porque ya íbamos con retraso y es que no se veía nada como para despegar, pero bueno, no fue a más y pudimos salir con solo media hora de retraso.

Fue un buen viaje quitando la lluvia, pero lo pasamos genial y comimos muy bien.

No comments:

Post a Comment