Friday, November 30, 2018

Egipto - Comienza el viaje de los faraones (viernes 30)



El viernes por suete teníamos HO en Roche, y nos quedamos un poco más descansando, porque sabíamos que nos esperaba paliza por la tarde. Teníamos previsto salir sobre la 13h al metro para luego enganchar el Aerobus, y llegar con tiempo de sobra para embarcar.

Cuando llegamos, entramos sin problemas, y como era la hora de comer, y no había nada más apetecible por esa zona del aeropuerto, nos quedamos en el Burguer King. A las 15.45 despegamos dirección Munich, donde aterrizamos sobre las 17.45h. La escala era muy corta, de apenas una hora, con lo que nos fuimos directamente sin perder tiempo. Además, teníamos que cambiar de terminal con un tren sin conductor interno.

Cuando llegamos a la puerta L19, no habían pasado ni 20 minutos cuando todo el mundo se puso ya a la cola, o bueno, eso parecía, una cola. Cuando vas a un país árabe, has de saber que ellos no entienden las colas como nosotros, es decir, se la pela el orden y se cuelan si les dejas por todas partes. Lo bueno es que el sistema ha mejorado y ya no hay que enseñar el pasaporte, simplemente escaneas tu billete en la máquina y para el avión.

Sobre las 23.45 (hora local, es decir, habíamos perdido una hora en el cambio) aterrizamos en El Cairo International, y tras unos 10 minutos paseando por las pistas, llegamos al finger. Lo primero que quisimos hacer antes de ir a buscar al conductor del hotel, era sacarnos las tarjetas SIM de móvil. La mejor en ese momento era Vodafone, así que allá nos fuimos directos. Al final conseguimos 2 SIM por 7€ cada una con 6GB y llamadas. Una cosa curiosa fue que te piden el pasaporte para darte de alta una tarjeta temporal, es decir, el día que te vas a España, la tarjeta automáticamente deja de funcionar, un sistema muy bueno que no sabía que existiese.

Al salir, nos espera una nube de taxistas gritando con carteles y sin ellos a todo lo que se movía. Nosotros solo repetíamos "Civitatis" a ver si alguno nos decía algo. Tras unos segundos incómodos diciendo que no a todos, aparece un chico joven llamado Mohamed, que apenas hablaba inglés y nos lleva andando al parking de la terminal.

El coche que tenía era para verlo, tenía más años que el catarro y bueno, yo cabía de milagro. Lo mejor era la música que llevaba puesta, jajaja, típica de película de la CIA.
Escuchar aquí

Nosotros íbamos de vez en cuando diciéndole alguna palabra en árabe y el nos enseñaba otras, porque una conversación era imposible de mantener. El viaje además era bastante largo, aproximadamente de una hora porque íbamos de punta a punta del El Cairo, en concreto, enfrente de las pirámides de Giza.

Al llegar al hotel hacemos el check-in y nos damos cuenta que Rhea se ha dejado el pasaporte en la fotocopiadora del aeropuerto, en el puesto de Vodafone, shit!!!! Claro sin eso no te hacen el check-in, aunque en un país como Egipto se la suda y lo hicieron de todas formas. Lo mejor es que allí se conocen todos, y siempre hay solución para todo con dinero por delante.

Nosotros les preguntamos si habría la posibilidad de que alguien lo trajese (si es que estaba allí). Nos pusimos rápidamente a investigar por internet cuál era el teléfono del puesto y el chico se puso a llamar sin parar a ver si encontraba a alguien allí, siendo casi la 1.30am. Contestó alguien y parece ser que ya se habían dado cuenta del problema, y quedaron finalmente en traerlo hasta el hotel.

Nosotros le dijimos que no hacía falta que fuese en ese mismo momento, que podía ser al día siguiente y dejarlo en recepción. Ellos nos dijeron que no pasaba nada, que lo traerían cuando pudiesen, pero eso sí, con un coste de 20$ a mayores. Nos resignamos y lo pagamos junto con el precio de la habitación.

Resignados y un poco cabreados porque se nos fué la pinza a los dos, nos fuimos a la habitación en la primera planta del hotel. Las pirámides estaban literalmente encima del hotel, pero como era de noche no se veía mucho, así que deshicimos un poco maletas cuando nos las subieron los botones, contactamos con nuetro guía para saber bien dónde quedar y a dormir.

La habitación era bastante normal, con un baño pequeño, nevera, aire acondicionado (aunque no hacía mucho calor que digamos) y sobre todo, dos camas unidas enormes. No era el sitio más limpio, pero no estaba del todo mal. Era nuestro primer contacto con la ciudad y no sabíamos cómo iba a ser el resto.

Sunday, November 4, 2018

The very best of Bélgica

Pues nada, el viaje empezaba fenomenal cuando el mismo miércoles por la noche, a eso de las 21.30h cojo el móvil y veo "Vuelo cancelado"!! me cago en Ryanair y la madre que los parió!!! en fin, no nos quedó otra que empezar a buscar alternativas.

Por un lado estaba el tema de la devolución del dinero del vuelo, que lo hicieron de forma inmediata, aunque eran 50€ por persona. Por el otro, estuvimos unas cuantas horas haciendo cábalas a ver a qué otro aeropuerto podíamos volar que nos quedase a tiro de bus o de tren, porque volar directo a Bruselas con otra compañía, subía a unos 400-700€ por persona, whaaaaaaat!!!

Al final encontramos un vuelo a París-Orly por algo mas de 100€, al que había que sumar un bus al centro de París, metro a la estación del bus de Flixbus, y desde ahí, un bus de unas 5h hasta Bruselas. Era una locura, pero no nos quedaba otra.

Miércoles

La diferencia ahora era que en lugar de salir a las 16h del miércoles, salíamos a las 14h, y nosotros estábamos haciendo Home Office y no podíamos dejar el curro así como así, y tuvimos que andar corriendo para todo, comer, preparar maletas, etcétera.

Nos despedimos a carreras del trabajo, cogimos las maletas y nos fuimos a pedir un Cabify, porque encima estaba lloviendo y el día era super asqueroso. Teníamos pensado ir en tren al aeropuerto desde el Clot, pero la lluvia nos cambió los planes.

El Cabify nos dejó en el aeropuerto por unos 30€ desde la puerta de casa y con tiempo suficiente para coger el vuelo. Pasamos la seguridad del aeropuerto, nos tomamos algo de comer en las cafeterías de dentro y cuando salió la puerta a los 45 minutos, nos fuimos a ella, donde la gente ya estaba haciendo fila.

El vuelo salió con un poco de retraso (como siempre Vueling), pero llegamos en hora o incluso un poco antes de lo que advertían, así que perfecto. Nada más llegar, salimos a por el bus que nos tenía que llevar al centro y la verdad que nos costó poco porque estaba muy bien indicado todo, aunque seguía lloviendo en París también.

Sacamos los billetes y esperamos al bus unos 5 minutos bajo la marquesina resguardándonos de la lluvia. La putada es que esa parada era la última dentro del aeropuerto y venía a reventar de gente ya, y nos tuvimos que subir literalmente empujando a los que estaban dentro, casi pisándonos las maletas.

El viaje fue de unos 25-30 minutos, porque era hora punta y París estaba en ese momento a tope. Lo bueno era que solo había 4 paradas y eran casi todas al final del trayecto. Lo peor, que cuando estábamos llegando a la parada final, me empezó a dar todo vueltas, como mareado, se lo dije a Rhea, y efectivamente, me estaban dando vértigos del estrés... mierda!!!

Salimos del bus y me fui agarrando a Rhea como pude hasta meternos en la parada del metro esquivando gente y charcos. Me tiré al suelo mientras ella compraba los tickets y cuando los compró, de nuevo arriba y al metro, escaleras arriba y abajo, pensé que me moría.

Al entrar al metro justo quedaba un sitio para sentarse y ahí me aparqué. Creo que eran como 7 u 8 paradas, la verdad que se me hicieron eternas y cuando llegamos de nuevo en pie, mano al hombro de Rhea, esquivar gente y demás hasta llegar a una edificio que creíamos era la parada del bus. Allí preguntó y nos indicaron que estaba a menos de 10 minutos andando, pero claro, yo iba sin pastillas y necesitaba una farmacia sí o sí, porque eran las 16.45h aproximadamente, y el bus no salía hasta las 18.40h, qué p*t* suplicio!!!

En la farmacia compró diferentes tipos de pastillas para los vértigos mientras yo me quedaba en una silla dentro, pero al rato, me tuve que salir porque me estaba revolviendo el estómago estar sentado y salí y me tiré en la calle, a la entrada de la farmacia, pero resguardado de la lluvia. Entre el frío y la gente pasando me estaba rayando bastante pero algo me ayudó estar medio tumbado.

El ticket de bus decía que teníamos que estar allí unos 15 minutos antes de que saliese, así que cuando quedaba una media hora nos pusimos en marcha de nuevo. Yo la verdad que ya estaba super jodido e incluso se me pasó por la cabeza buscar un hotel en París. Sólo de pensar en las 5h de bus que quedaban ufff...encima el bus salió tarde, como 20 minutos tarde y no había donde sentarse allí. Menos mal que teníamos los asientos de arriba y adelante del todo, donde nadie nos podía molestar.

Es cierto que tuvimos que quitar a una pareja que nos quería robar el sitio, pero cuando pillé asiento, puse la cazadora de cabecero y hasta ahí puedo leer. El viaje fue laaaaargo, pero algo conseguimos dormir los dos. Al llegar a Bruselas (no sé exáctamente donde), pillamos un taxi que nos dejó en la puerta del hotel, y el resto fue simplemente descansar e intentar que dejase de darme todo vueltas...

Jueves

Como consecuencia de la noche toledana que tuve, la verdad que no tuvimos prisa por levantarnos y no lo sé con exactitud pero creo que amanecí sobre las 9am. Mi cabeza seguía un poco descolocada, con lo que tocó sesión de pastis, jeje.

La idea era irnos a Amberes donde daban un tiempo un poco lluvioso, pero era la mejor opción para luego ir a las demás ciudades con sol. Lo primero desayunar, y para ello Rhea se encontró un local al lado del hotel llamado Streetpecker que estaba genial y para muestra un botón.
Como se puede observar empezamos suave el viaje, jejeje. Con unos huevos benedict y una tarta de chocolate.

Yo quería dulce pero acabé mezclando con el salado, porque sino iba a ser mucho para el primer día.

El problema era que mi cabeza seguía un poquito dando señales falsas a mi cuerpo y me mareaba un pelín al mirar lejos, pero bueno, nada que no curasen las pastillas y relax.
Por suerte, la estación del norte de Bruselas estaba a unos 150m del hotel y claro, para allá nos fuimos después de desayunar. El primer día no encontramos muy bien la entrada y nos acabamos metiendo por una zona llena de negros, tirados por el suelo y con pintas raras (sin ánimo de ser racista, pero fue así. El resto de días espabilamos y fuimos por la entrada que tocaba). La putada era que estaba lloviendo a tope y nos acabamos mojando un poco.

Compramos los tickets de tren y aquí pecamos de novatos, porque sin darnos cuenta hicimos el proceso de compra 2 veces y compramos 4 tickets en lugar de 2. Menos mal que al llegar a Amberes en la propia estación nos hicieron el cambio de esos dos billetes de más por otros dos a Brujas para el día siguiente, con lo que solo tuvimos que pagar el extra añadido.

Tuvimos suerte que era fin de semana, porque sino nos habrían clavado una buena pasta. Creo que fueron unos 8'60€ por cada uno después del descuento. En fin, al llegar a Amberes salimos por una de las salidas laterales y fuimos directos a la zona de Meir, que es como la zona antigua donde están los monumentos y cosas que visitar.

La verdad que Amberes es más "ciudad", es decir, tiene menos que ver y es más grande, pero algunas cosas sí que merece la pena verlas, lo único que con lluvia se estropea un poco.
Empezamos por la casa de Pedro Pablo Rubens, que es la que se ve en la imagen de la izquierda, y seguimos bajando hasta encontrarnos con la catedral, que se ve en la otra imagen. La verdad que la zona de la catedral y esta plaza eran lo mejor de la ciudad, porque luego tenían un castillo pero estaba en completa restauranción, y por tanto, cerrado.

Aprovechamos que empezaba a llover para meternos en la catedral, nos dimos alguna vuelta por dentro, grabamos, hicimos fotos y al salir tuvimos la mala suerte de que seguía lloviendo. Como lo importante estaba hecho, y queríamos comer algo dulce de tarde antes de irnos, decidimos ir a comer pronto. El sitio elegido fue un restaurante bastante bonito llamado Baret Bar.
La comida que elegimos no era nada del otro mundo, pero estaba super buena. Rhea se metió una sopa para entrar en calor (porque veníamos de 18ºC en Barcelona a apenas 10º allí), mientras yo me metí una buena hamburguesa de ternera con aguacate y pico de gallo.

Fue perfecto porque no acabamos muy llenos y nos quedaron ganas para ir a pasear un poco más y de tarde meternos el dulce deseado, jeje.

Salimos con paraguas en mano a dar otra vuelta por la zona, nos fuimos de nuevo a la plaza de detrás de la catedral a hacer más fotos si paraba de llover, pero como no paraba seguimos hasta el mar, a pasear por donde había un crucero enorme, más que nada por hacer algo de tiempo, porque no había mucho más que ver en la ciudad.
Tras dar unos cuantos paseos para un lado y para otro con paraguas en mano, decidimos ir a tomar un gofre y la verdad que no tuve que hacer nada porque Google-Rhea lo tenía todo planeado. En este caso nos fuimos un poco al sur alejados del centro, a un sitio llamado Van Hecke Wafelhuis. El tío era super majo, hablaba palabras sueltas en español y encima era del Madrid, jaja..nosotros como le dijimos que veníamos de Barcelona empezó a hablar de fútbol y Messi...
Era el primero que tomábamos allí y pecamos de gordos, porque nos sobraba con uno para los dos. Aquí tengo que decir que fue culpa mía por decir que quería uno para mi solo, aunque nunca pensé que serían tan grandes.

Lo mezclamos, y la verdad que el de chocolate estaba mucho mejor que el de las fresas, pero no estaba mal tampoco. A partir de este día decidimos no coger 2 nunca mas, y sobre todo, comerlos sin toppings, que al final es lo que te llena.

Cuando acabamos, se empezaba a hacer de noche y pensamos que sería buena idea volver a la plaza de la catedral a ver todo encendido. La verdad que tenía su encanto, exceptuando la fachada del ayuntamiento que estaba en reparaciones y no se veía nada.
Sin mucho más que rascar, nos volvimos hacia la estación del tren y nos fuimos de vuelta, porque teníamos tranquilamente unos 45 minutos de viaje. La idea era volver al hotel, descansar un poco y después irnos al centro a cenar algo.

La verdad que el descanso nos vino bastante bien, estuvimos casi una hora tranquilamente descansando en el hotel, sobre todo la panzada del gofre, jeje, y luego nos pusimos en marcha andando al centro. Una vez allí, el sitio elegido para cenar fue un italiano muy conocido para el cual hay que reservar porque es pequeño y se peta muy rápido. Se llamaba Pasta Divina y la particularidad del sitio, según nos dimos cuenta luego (al menos yo que no había leído nada del sitio), es que todo estaba hecho a mano por la cocinera, osea la mujer del dueño.
La pasta que pedimos nos la recomendó él espresamente, y estaba hecha a mano diariamente por la mujer. Yo me la pedí con salsa de tomate y Rhea se pidio los de espinacas con vino blanco, jamón y ajo.

La verdad que se notaba que todo era casero, porque el sabor y la textura no tenían nada que ver con las de compra. El precio tampoco dejaba lugar a dudas, jeje, porque salimos a mas de 20€ por plato de pasta. El postre ya dijimos que no porque el gofre nos había dejado hundidos completamente.

Al acabar sobre las 22h no había mucho más que ver aunque la gente seguía de marcha por el centro, pero nosotros llevábamos un día bastante duro, sobre todo yo con el cuello, y decidimos caminar dirección al hotel para descansar.

Viernes

El viernes nos despertamos algo más pronto y mi cabeza ya no daba vueltas, así que genial, nos pusimos en marcha, ducha, y a desayunar al mismo sitio que el día anterior. Podíamos no haber repetido sitio, pero estaba cerca y se desayunaba genial, así que, por qué no.
El guión no cambiaba mucho, salado y dulce, solo que esta vez fueron tortitas negras con frambuesa y azúcar con especias.

Este día ya empezamos a notar el invierno porque hacía bastante frío y encima era temprano, sobre las 9.30am. Nos lo tomamos con calma y desde ahí nos fuimos de nuevo al tren con los billetes cambiados del día anterior.

Esta vez el viaje era algo más largo, aproximadamente una hora y media, y no hay que olvidar que era el 1 de noviembre, osea festivo en media Europa. Por todo esto, tuvimos mucha suerte al encontrar dos sitios para sentarnos y poder ir viendo alguna serie en el móvil de camino.
Cuando llegamos a Brujas, una horda de gente se bajó del tren con nosotros, y es que encima íbamos todos al mismo sitio, al centro de Brujas a visitarlo. Nosotros nos desmarcamos un poco por un paseo entre árboles que daba a un puente sobre el que se veía ya parte de la ciudad de piedra.

Lo único que teníamos claro es que queríamos subir a una torre que había en la plaza central Markt. El problema era que, pese a ser pronto, la ciudad ya estaba petada de turistas, lo que significaba más coches, más carros de caballos, mas de todo por todas partes. No se podía hacer ni una sola foto sin que saliesen 10 personas detras con cara de - "acaba que quiero hacer la misma foto" - así que me lo tuve que tomar con filosofía porque me estaba agobiando.

Nos fuimos adentrando poco a poco en las calles de piedra de la ciudad, haciendo fotos, videos y mas videos, hasta que entre miles de personas, alcanzamos la plaza Markt. Era una pasada, impresionantes los edificios de alrededor y la torre muy bonita. Yo solo veía edificios, pero Rhea, con un ojo clínico para el azúcar, divisó la tienda de Godiva nada más entrar, jajaja.

Fuimos a comprar algunos chocolates para comerlos y ver si era verdad que son los mejores, pero mi paladar debe ser muy poco esquisito, porque para mi todos estaban de muerte, Leonidas, Godiva, todos.

Después trazamos una especie de recorrido por las calles de manera que volviésemos a aparecer en la misma plaza porque nuestro restaurante estaba hacia la entrada, por donde llegamos y era más conveniente ir acercándonos. El restaurante daba comida básica, es decir, pollo y costillas de cerdo. El problema fue que tardaron muchísimo en traer la comida y claro, en una ciudad donde se hace de noche a las 17.30h, pues es una putada, pero bueno.
Eran cerca de las 2pm y todavía no habíamos empezado a comer, por eso le pregunté a la chica que si tardaría mucho, y creo que por eso, nos trajo una cesta con pan y mantequilla para ir matando el hambre. La hogaza de pan parecía casera, de esas típicas de pueblo de 5kg, y bueno, algo fuimos picando, aunque cuando llegó la comida casi nos arrepentimos de haber comido el pan.

En las fotos no se aprecia realmente el tamaño de los platos, pero eran enormes, sobre todo las costillas. Yo empecé con ellas mientras Rhea atacaba el medio pollo. Al rato teníamos un empacho que casi morimos encima de la mesa, jejeje, pero nos sentó genial. Pagamos y nos fuimos de nuevo de vuelta a la plaza central a ver si esta vez podíamos acceder a la torre sin tanta cola.

Cuando llegamos nos dimos cuenta que la cola era la misma y no avanzaba absolutamente nada, así que pasamos de subir y nos fuimos hacia el este, al Astridpark a volar el dron y grabar algunas imágenes de la ciudad antes de que anocheciese. Sinceramente la ciudad desde el aire es muy bonita, pero es de las pocas que merece mucho más la pena verlas desde el propio suelo. Las casas de piedra, las decoraciones, los colores, los canales con los barcos, son una auténtica pasada que no te puedes perder.

Cuando acabamos de volar el dron, nos fuimos de nuevo callejeando hacia la plaza Markt, pasando por la plaza Burg y entrando a visitar la Basílica de la sangre Sagrada. La verdad que era un poco raro aquel sitio, porque había como una mujer sentada vigilando un recipiente cristalizado porque el que pasaba la gente a mirar y echar dinero en una caja. Algo parecido al santo grial, pero de sangre, no sé, muy raro.

Después de aquí teníamos claro que nos apetecía el postre que no nos habíamos metido en la comida, y cómo no, cayó un chocolate de Godiva.
Mientras tomábamos el chocolate nos hicimos alguna foto más por la plaza mientras desaparecía el sol detrás de los edificios. Tuvimos mucha suerte de poder ver la ciudad con sol, porque cuando se nublaba un poco el color de todo cambiaba por completo.

Ya nos quedaba poco que hacer o ver, aunque no te cansabas nunca de seguir paseando y haciendo fotos. Por esto nos fuimos a otra zona de la ciudad donde había unos canales por los que transitaba poca gente, a volar de nuevo el dron y sacar las últimas imágenes de la ciudad. La verdad que antes en el parque se me cortaba la señal por los árboles, y en este canal era más fácil.

Cuando se empezó a hacer de noche de verdad nos fuimos a sacar alguna foto a la zona del canal donde estaban todos los cisnes y ocas (por donde entramos a la ciudad) y de ahí directos al tren, porque temíamos que todo el mundo quisiera volver también a la vez y nos quedásemos sin asientos.

La verdad que tuvimos suerte y si que encontramos sitio para sentarnos, era un tren de dos plantas y no iba tan lleno. Cuando llegamos a Bruselas era tan pronto todavía que no teníamos ni hambre (al menos yo no, Rhea algo ya iba teniendo), por lo que decidimos bajarnos en la estación central (en lugar de la del norte de nuestro hotel), caminar hacia el centro sin pasar por el hotel y comprar algo de comida para llevar.

No teníamos ninguna preferencia, solo que no fuese carne sin más, porque ya estábamos saturados de la comida. El resultado fue que acabamos en un restaurante de comida china llamado Au Bon Bol. Debía ser famoso porque estaba a reventar y encima había gente fuera mirando cómo hacían los fideos a mano dentro. Tuvimos que esperar en un espacio angosto entre escaleras, barra y una mesa que había, cerca de unos 20-30 minutos a que nos lo diesen para llevar al hotel.

La idea era llevarlo al hotel en lugar de sentarnos en un restaurante y comer sin ganas. La verdad que el paseo a por ellos y vuelta al hotel me abrió el apetito y acabamos comiendo los dos como gochines en la habitación. Estaba muy rico la verdad. De aquí sin más, a ver una serie en el móvil y a dormir prontito que al día siguiente nos esperaba otro viaje en tren.

Sábado

Hoy no íbamos a ser menos y nos volvimos a meter en el mismo sitio a desayunar. Abrían a las 9am y estábamos en  la puerta casi antes de la hora. Teníamos mucha hambre y sobre todo, ganas de ir pronto para visitiar todo tranquilamente en Gante.
Pues nada, para no ser menos e ir con energía suficiente a Gante, nos metimos lo mismo que los dos días anteriores, una mezcla de salado y dulce y pista.

Los desayunos no eran baratos en este sitio, pero yo creo que en ninguno, a menos que te metas en uno de comida rápida, Bélgica es cara.

Hoy ya no era festivo, pero era fin de semana y gracias, porque sino los trenes son caros también. Funcionan genial, pero aún así me parece una sobrada.
Nos pusimos en marcha en el tren hacia Gante, pero esta vez el trayecto era aproximadamente la mitad de tiempo, unos 40 minutos. La única pega fue que la estación a la que se llega desde Bruselas no es la que está cerca del centro (Sint-Pitiers), por lo que nos tocó montarnos en otro tren que nos dejaba en la otra en menos de 5 minutos (Dampoort).

La anécdota fue que el otro tren estaba apunto de salir cuando llegamos en el primer tren, y si no llega a ser porque Rhea dice la hora a la que pasaba el otro tren, se nos va. El tema fue que eran las 10.15am y Rhea dijo que pasaba a las 10.14am pero que iba con algo de retraso. En ese momento escuche algo en el andén de arriba y salí corriendo. Efectivamente era nuestro tren que se estaba casi yendo. Lo pillamos por los pelos.

Al llegar a la parada, miles de bicicletas nos estaban esperando aparcadas como si se tratase de un desgüace de vehículos, ¡qué pasada! Caminamos entre ellas y pusimos rumbo al centro atravesando los canales y zigzagueando un poco hasta encontrarnos de bruces con la Catedral de Saint Bavo.
Junto a la catedral (dcha) encontramos este otro edificio llamado Het Belfort van Gent, al que la gente hacía cola para subir. Como era pronto, nosotros pensamos que sería buena idea ponernos a la cola ahora, en lugar de esperar a mediodía que estaría mucho más petado. Pues así lo hicimos, me puse en las escaleras mientras Rhea hacía algunas fotos del lugar.

No tardamos mucho en entrar y la verdad que la organización del lugar deja un poco que desear. Solo había un hombre vendiendo entradas (muy majo por cierto) y otro indicando por donde entrar a las escaleras con cara de mala leche. Las escaleras eran enanas y a duras penas cabían dos personas a la vez, de hecho, tenían cuerdas para que la gente se pudiese agarrar y no caer.

Cada poco había una sala a la que podías entrar a ver cosas del lugar. El primer parón era un dragón de cartón y el ascensor, el cual intentamos coger, pero tras ver que tardaba la vida desistimos. No era por no hacer ejercicio, eso nos da igual, pero es que los escalones eran tan pequeños que apenas te cabía medio pie para subir.

En definitiva, seguimos subiendo a pie, cruzándonos con gente hasta llegar a la parte de arriba de la torre, donde se supone se podía salir a ver algo. Antes de todo esto, en otro trozo de pasillo angosto, una puerta se abría de fuera a adentro cortándonos el paso a todos, para que la gente que estaba en la terraza pudiera salir y bajar a la calle ya. En fin, un caos montado de cuidado.

Cuando conseguimos salir a la terraza, nos dimos cuenta que en la terraza solo cabía una persona de ancho, es decir, solo se podía dar la vuelta a la torre en un sentido y en fila india. No había nadie controlando que la  gente no se quedase un buen rato atascando la cola ni nada, la gente iba haciendo mil fotos, y cuando se cansaba avanzaba un poco y seguía tirando fotos.

Cuando quisimos pasar nos volvimos a topar con la puerta que abría hacia adentro, con lo que tuvimos que esperar a que dejase de pasar gente para entrar.

De nuevo bajando, y ahora era incluso peor, porque la gente que subía no te dejaba ir por fuera y se volvía más peligroso. Las vistas bien, pero organización cero.
Al salir a la calle, lo primero que detectó el radar de Rhea fue un Leonidas, y claro, había que tomar el piscolavis matutino, jeje. Nos compramos una bolsita con unos 7 bombones y felices y contentos nos dirigimos a ver el resto de la ciudad. Primero alcanzamos a pie la iglesia que se ve en la foto, la Saint Nicolas Church, y de ahí giramos para meternos por una de las calles más transitadas de la ciudad.

Paseamos por Koremarkt hasta el final, donde ya estaba lleno de terrazas con turistas comiendo, puestos de dulces por todas partes, y gente haciendo compras. En la plaza de Groentemarkt seguimos recto por Langemunt, hasta llegar al primer puente que cruzaba el canal por esa zona. La verdad que íbamos en esa dirección porque íbamos buscando el restaurante que teníamos reservado, que justamente estaba al lado del castillo que luego queríamos ver.

Hicimos unas cuantas fotos por la zona y volvimos a comer al restaurante ya, porque eran cerca de la 13.30h que era cuando teníamos la reserva.
Como se puede observar, hasta el edificio del restaurante tenía su encanto "t kluk huys", o la casa del reloj. El edificio entero era el restaurante, que contaba con mas de 4 alturas. Cuando llegamos salía gente con cara larga, precisamente porque no habían reservado, y es que este sitio se llena enseguida, y por eso Rhea reservó. Nos sentaron arriba y enseguida vimos que el local también pintaba elegante.

La comida estaba muy buena, yo me pedí salmón con pasta y una salsa suya propia que estaba genial, mientras Rhea se pidió un plato de pasta con gambas, que tenía una salsa parecida. La verdad que no tardaron mucho en servirnos, pero se agradecía el sitio, estaba muy chulo. Cuando acabamos, salimos junto al restaurante, antes de cruzar el río y yo saqué el dron para grabar un poco por los canales de la ciudad. A nadie le parecía importar, así que estuve un buen rato dando vueltas por encima, me fui al castillo, por los canales, etcétera.

Cuando me cansé, nos dirigimos al castillo que habíamos ya visto desde la torre de Belfort y desde el dron, pero ahora en directo. La verdad que no parecía tanto, pero era una pasada, todo de piedra, perfectamente reconstruido y preparado para las visitas de la gente.
Podías incluso coger una audio-guía, pero por experiencia, sabíamos que nos iban a empezar a hablar de nombres de reyes raros y simplemente nos dedicamos a disfrutar de las vistas y del propio castillo bordeado por uno de los canales. Yo creo que este último aspecto lo hacía aún más mágico, con barcos circunavegando alrededor de él.

Estuvimos un rato largo, más de una hora dando vueltas por dentro de todas las salas, hasta que llegamos a la zona que se ve en la foto izquierda, donde de repente se quedó vacío. En ese momento se me ocurrió que tal vez podría sacar el dron, y como estábamos en alto, podría llegar más lejos con el control remoto sin edificios por medio. Lo saqué, lo volé por el castillo y por todas las iglesias de la ciudad y volví a aterrizar antes de que se llenase de gente aquella parte.

Bajamos y ahora nos fuimos a recorrer la zona que nos quedaba, que habíamos visto por la mañana pero no pudimos ir por las horas. Era una zona de los canales que yo había recorrido con el dron después de comer, pero desde abajo paseando era una pasada.

Es cierto que tiene un poco de filtro la segunda, pero los edificios son los que hay sin mas. Esta foto nos la hizo una chica de Zamora que nos encontramos por el camino, que como llevaba una Reflex enorme, nos dió confianza para hacer la foto. De hecho le pedimos como 3 fotos, ya que íbamos en el mismo sentido, jajaja, típico.

Nos entretuvimos un buen rato en esta zona haciendo fotos, luego subimos al puente y nos fuimos a ver la iglesia Sint-Michielskerk, y desde ahí la rodeamos, cruzamos el río por otro puente y regresamos a la plaza principal de por la mañana. Como no teníamos otra cosa que hacer, nos dedicamos a hacer tiempo por la zona hasta que se hiciera de noche para poder ver todo iluminado. Pero claro, era por la tarde, no habíamos tenido postre en el restaurante y a Rhea se le ocurrió ir a un local al lado del castillo que tenía apuntado, Julie's house.

La pena fue que llegamos y estaba petado de gente y casi nos les quedaba nada para vender de dulces. Así que nos fuimos a otro que habíamos visto desde el propio castillo que tenía fotos de tazas de chocolate con tartas encima, jejej, el In Choc.
Mi cara lo dice todo y eso que eran tazas pequeñas, si hubiéramos pedido una como las que pedía la gente de alrededor reventaríamos ahí mismo.

Pensamos que un gofre es mejor sin toppings y a medias claro. Luego el de oreo era el mio y el otro de Rhea, pero vamos que estaban de muerte y encima con el frío que empezaba a hacer en Gante, se agradeció mil.

Se nos hizo de noche ahí mismo frente al castillo, y nos fuimos a pasear por la misma calle de antes, pero esta vez con todo iluminado. Hicimos varias fotos y nos dirigimos andando a la parada del tren de por la mañana. No nos acordábamos muy bien del camino, pero bueno, acabamos llegando en menos de 20 minutos.

Ahora quedaba hacer el proceso inverso, es decir, ir a la estación, coger un tren que nos dejase en la otra, y de ahí ya para Bruselas.

Tuvimos suerte y solo nos tocó esperar 5 minutos al primer tren. El segundo se hizo de rogar un poco mas pero no teníamos prisa, serían las 17.30h. Como no teníamos absolutamente nada de hambre, pensamos que lo mejor era esperar a llegar a Bruselas, bajarnos en la estación central de nuevo, y ver lo que había de picar por el centro.
Una de las cosas que más se ven por Bélgica en general, son los puestos de patatas fritas con salsas, tal cual se ve en el foto, es decir, tu vas y pides un cono con salsa de lo que quieras y listo, ya tienes cena, jeje.

Había uno famoso en el centro llamado Fritland,  y enseguida lo encontramos, porque había una cola de narices. Encima la mayoría éramos españoles de vacaciones por allí. Yo estuve un rato en la cola, pero en cuento se quedaron libres mesas dentro, no lo dudé y dejé a Rhea en la cola.

Cuando llegó con el paquetazo de patatas casi me da algo. Es cierto que ya me había entrado hambre, y que no quedó ninguna, pero joer, es que eran muchas, y había gente que se las pedía individuales.
No era la cena mas sana del mundo, pero con el frío que hacía entraban bastante bien. Lo malo fue que al ser dos glotones comiéndolas, se nos quedó en poco y paseando paseando, nos encontramos un libanés y nos pedimos un wrap de haloumi (un queso típico libanés que conocía Rhea). Vamos que era como un kebab, pero sin carne, solo queso haloumi y verduras en un wrap caliente. Encima el primer wrap se les quemó, porque había tanta gente pidiendo comida que se despistaron y nos tuvieron que hacer otro...¡¡¡ estos moros !!!! jajaja

Ahora si, con el estómago lleno, de vuelta andando al hotel para entrar en calor y dormir.

Domingo

Había llegado el último día del viaje, y como habíamos planeado, lo íbamos a pasar en Bruselas para luego poder ir al aeropuerto tranquilamente. Por esto, decidimos que lo bueno sería desayunar en otro sitio que no fuese el de siempre, dado que ya no teníamos prisa por coger ningún tren.
El sitio elegido se llamaba Chicago Cafe, y la verdad que molaba bastante, tenía zona recreativa para niños, decoración con trozos de cartones y demás, muy interesante.

Esto fue lo que nos pedimos y yo, como siempre, al dulce. Hoy no me apetecía nada de salado, así que le dí un cachito de bocata con mermelada a ella y el resto, pa'l menda!!!

No teníamos claro lo que íbamos a ver o como, así que saqué el mapa de la ciudad que teníamos y fuí mas o menos haciendo un trazado de los puntos interesantes para poder cuadrar todo lo queríamos ver.
Primera parada, el Mannekin Pis. Figura muy conocida por todo el mundo, que no tiene nada, es más yo me hice una foto con una reproducción enorme que había al lado de la propia fuente, pero sujetando un gofre enorme, jeje

Desde ahí nos fuimos caminando dirección a los juzgados, que están en lo alto de una colina, pero que por estar en obras no pudimos ver mas que andamios y el monumento a la infantería belga. Sin más, empezamos a bajar por la avenida del Toison D'Or en dirección al Palacio de Bruselas. La verdad que tenía pinta de ser bonito, pero estaba cerrado y no se veía nada.

La idea era adentrarse en el parque de enfrente, el Parque de Bruselas y sacar el dron. Nos fuimos al fondo a grabar, estuve por encima de la ciudad un rato y cuando me cansé continuamos nuestra ruta hacia la catedral, que está justo al lado, a menos de 5 minutos andando.
Era muy bonita y se podía entrar a visitarla, aunque estaban justo en la misa de las 11am. Pero bueno, nos metimos, estuvimos grabando un rato por dentro y de ahí salimos dirección al centro para acabar de rematar regalitos, imanes típicos y por qué no, comprar algún dulce de media mañana.

Una vez que los recuerdos estaban comprados, nos fuimos a ver la plaza del ayuntamiento y todos los alrededores. La verdad que es una pasada, aunque alrededor no haya nada más que ver.
Una vez acabamos esta zona, como no teníamos nada más que rascar, nos compramos un chocolate calentito en Godiva, uno de chocolate negro y otro de almendras, que estaban de muerte. A continuación, nos fuimos a visitar una de las cervecerías más famosas de la ciudad, en la que se dice que hay mas de 2000 cervezas diferentes (no lo creo, pero beuno...).

Nos vino de lujo, porque estaba al lado de la figura alternativa al Mannekin Pis, que era el Jeanneke-Pis.
Después de un pequeño descanso en este bar, nos fuimos de vuelta al hotel, pero no sin antes pasearnos por las galerías famosas de Saint Hubert. Son dos calles techadas enormes, con tiendas a ambos lados, 90% de chocolates y dulces.

Nos compramos chocolates para nosotros, la familia y probamos alguna que nos ofrecieron. Ese día íbamos bien servidos de azúcar. Sin más que hacer y con el tiempo casi encima, nos fuimos andando al hotel a por las maletas, que dejamos en conserjería. Lo bueno era que la estación de tren estaba al lado, y llegaba al aeropuerto en unos 10 minutos solo, lo malo que era carísimo, a casi €uro por kilómetro. En fin, llegamos bastante antes de la hora y tuvimos que hacer algo de tiempo en una cafetería hasta que saliese la puerta.

Salimos sin incidentes, llegamos a Barcelona algo tarde, Aerobus, taxi y de nuevo en casa con un montón de chocolate y recuerdos..