Thursday, June 28, 2018

Estocolmo weekend


Jueves 28

To empezó el jueves mientras estábamos en casa haciendo Home-office, y donde yo creía que me daría tiempo a preparar maletas, revisar un poco el plan del viaje y demás, pues na de na!! Encima de ser uno de los días más ajetreados de trabajo, justo ese mismo día, alguien nos quiere comprar el sofá azúl que nos sobraba desde hacía un mes. Pues nada, quedamos a las 17h para la transacción, lo cual nos obligó a Rhea y a mi a desmontarlo para sacarlo por las puertas de casa, bajarlo al portar y dejarlo listo para que lo recogieran.

Por todo esto, salimos de casa sobre las 17:20h directos a la parada de metro de Encants. Llegamos al Clot y tomamos algo en la cafetería, porque faltan 20 minutos para el siguiente tren al aeropuerto T2.

Cuando quedan 5 minutos bajamos y esperamos al tren que llega puntual. Llegamos al aeropuerto, cruzamos pasarela nueva, entramos por los lectores de boarding pass automáticos y nos dirigimos a la puerta de embarque S23, al final de la terminal casi.

El vuelo salía a las 19.50h pero el avión no acaba de llegar. Cuando finalmente llega, el capitán del avión nos dice que ya es tarde y que habíamos perdido nuestro slot, pero que si no conseguíamos el siguiente, nos tocaría esperar 3 horas más...WHAT!!! A los 15 minutos nos dice que lo hemos perdido y ya estábamos todos con los güebs de corbata. Entonces nos dice que nos queda una última oportunidad, que nos sentemos y preparemos. Al final, entre unas cosas y otras, no tocó esperar alrededor de 1 hora y pico en total. Cada 20 minutos nos iban diciendo que lo hemos perdido y que esperamos por otro.
Salimos finalmente sobre las 21.30 pero ya es tarde de narices porque el vuelo es largo y ya íbamos a llegar tarde sin retrasos. El vuelo duró algo mas de 3h, pero cuando aterrizamos tuvimos la suerte de que la terminal era enana, y las maletas las podíamos recoger a escasos 100m del avión dentro de la terminal. Además, el bus nos estaba esperando fuera ya para llevarnos a Estocolmo, a unos 70km de ahí.

A medida que nos acercamos, nos damos cuenta que no se hace de noche, son aproximadamente las 2am y sigue habiendo sol a lo lejos. ¡¡Qué pasada!! Yo la verdad que lo ví poco porque estaba desnucado, ya que llevábamos levantados desde las 7am.
Llegamos a la estación central de Estocolmo sobre las 2.30am y cogemos un taxi justo a 50m. Nos lleva por una zona en obras y nos cobra unos 25€. Eso si, nos explica que para otra vez pidamos que nos deje en la parada de metro de Slussen, que está al lado, y será mas rápido y barato. Muy majete el taxista la verdad, una muy buena impresión nada más llegar.

Al llegar al hotel hay un chico que no nos hace ni el check-in, nos deja las llaves y subimos a nuestra habitación en la 6ª planta. Dejamos las maletas, sacamos cuatro cosas para que no se arruguen y quedamos fritos encima de la cama, que era más pequeña que la nuestra de Barcelona, al menos de ancha (yo ni me enteré hasta que sonó la alarma a las 9am)

Viernes 29

Pese a lo reventados que estábamos, teníamos el sueño en hora de curro todavía y nos despertamos sobre las 9am. Yo ni me había enterado en toda la noche, pero Rhea si me dijo que la pobre se había despertado y no pudo dormir bien mucho más. Bien porque la cama era pequeña, por la luz, o porque yo ocupaba mucho espacio, se despertó bastante cansada.

Nos pusimos lo primero que pillamos y bajamos a desayunar al loby del hotel, donde servía un desayuno impresionante. Tenían de todo: dulce o salado. La verdad que nunca me imaginé que servirían un desayuno tan completo como ese. Al ser viernes todavía (festivo en Barcelona), iba desde las 6-10am y nos habían dicho que la gente allí era bastante tardía, es decir, que hasta casi última hora no bajaban a desayunar, y se notaba porque estaba petado.

Encontramos un hueco, Rhea se quedó sentada mientras yo oteaba (y comía al mismo tiempo) el desayuno. Había huevos, bacon, queso, jamón, yogur de 5 sabores, leches de todo tipo, cosas sin gluten, panes variados para cortar, oreos, cereales, frutas de varios tipos, zumos de varios tipos e incluso para exprimírtelo tú mismo, leche, café, cacao, croissants, ...., y el postre típico de ellos, el kanelbullar.

Yo me puso como un deficiente, hasta el punto que casi no podía ni andar, jajaja, y es que no podía dejar de comer. Con toda la panzada, subimos de nuevo a la habitación para darnos una ducha rápida, vestirnos y ponernos en camino hacia el centro ciudad para empezar a ver algo.

Lo primero fue intentar averiguar cómo llegar hasta el centro atravesando las obras, y decidimos hacerlo por debajo, por un pasadizo en obras que nos dejaba justo a la entrada de la isla de Gamla Stan. Una vez en ella, y sin saber muy bien por dónde tirar, nos movimos por una calle que parecía céntrica, llamada Prästgatan, muy bonita, la verdad. Caminando hasta casi el final de la isla, llegamos al Palacio Real.

Como sabíamos que a las 12.15 era el cambio de guardia y nos interesaba verlo, nos compramos las entradas para visitarlo por dentro e ir haciendo tiempo. Estaba genial porque tenía muchas salas, pero te iban marcando las zonas con un bolígrafo para que pudieses entrar y salir cuando quisieras, sin necesidad de tener que verlo todo de golpe, como es lógico y normal.

Primero visitamos la zona este del palacio, que nos llevaba por todas las salas donde comían, habitaciones, recepciones de los reyes, etcétera. Estaba plagado de asiáticos, como era de esperar, pero bueno, no fue muy costoso caminar. Cuando acabamos esta zona,  nos dió tiempo a abajar a ver otra sala donde se encontraban las joyas de la corona dentro de una cámara acorazada de mas de 40cm de acero.

Salimos desde ahí al patio central, y como todavía nos daba tiempo, decidimos rodear el palacio visitando las demás salas de exposiciones que quedaban, y que desconocíamos, por ser algunas gratuitas y no incluidas en los tickets. Una de ellas era la de los carruajes reales, como se aprecia en la cuarta foto de arriba. Eran una pasada, porque parecían de cuentos o de películas. Yo entiendo que no se usarán, pero seguro que en alguna boda las sacan a pasear.

Tras esto seguimos girando por la parte norte hasta llegar a la esquina superior izquierda donde estaba otro espacio dedicado al arte romano, es decir, las típicas figuras de mármol representando reyes y héroes nacionales. Aquí duramos poco porque esto nos interesaba mas bien, poco.

De ahí seguimos girando hasta encontrarnos con unas escaleras que daban de nuevo a los dos medios arcos de la entrada sur, y justo cuando pasamos por una de sus entradas, así las cerraron al público, porque sorprendéntemente comenzaban con 10 minutos de antelación los actos del cambio de guardia real.
La verdad que yo me esperaba algo más que lo que nos mostraron, quizás porque ya me había visto la de Praga, o quizás porque no era el típico cambio que hacen en Estocolmo, pero fue bastante soso. Es decir, simplemente apareció una banda de música y un speaker iba narrando las canciones que iban a tocar para el público (una de Michael Jackson incluida).

Pero el cambio de ellos, físicamente es que fue muy simple. Se cambió uno por otro y ya. Nosotros grabamos un poco de la música, porque encima estaba lleno de gente grabando
Cuando acabó el show pensamos que ya era hora de ponernos en marcha hacia una zona de la ciudad donde Rhea tenía varios sitios apuntados de comida. Para ello, debíamos cruzar el puente de Strömbron al norte del Palacio Real, y caminar por el parque que había justo enfrente hasta el final. Estuvimos callejeando un rato y nos dimos cuenta que era la zona de las embajadas, y que para encontrar algo barato nos iba a costar.

Además de esto, había que sumar el hecho de que en estos países a las 2pm como muy tarde cierran las cocinas, y así nos pasó en el primero que entramos, estaban cerrando. Sin dar más vueltas, nos metimos en el edificio de enfrente donde parecía haber un centro comercial escondido y ahí dimos con una pizzeria que tenía muy buena pinta (además de unos baños públicos, jeje).
La verdad que no tenían mala pinta, y eso que el sitio era algo raro, no era un restaurante al uso, tenían que ir a pedirlo a la barra y pagar antes de que te lo sirvieran.

La verdad que, a pesar del enorme desayuno, eran casi las 3pm y había hambre, así que yo me zampé la mía y parte de la de Rhea, y casi sin descanso, nos fuimos a ver un mercado que teníamos marcado cerca de allí, el mercado de Hötorget.

Estaba metido entre unas calles de tiendas muy chulas y destacaba por el increíble color de la fruta, era una pasada. Nunca pensé que serían de ese color tan arriba en Europa. Seguramente muchas sean importadas, pero aún así me parece un logro.

Nosotros pensamos en coger algunas, pero no tenían pinta de hablar mucho inglés los dependientes y pasamos.
Como siempre, nos quedaba el regustillo de comer algo dulce antes de seguir, y con tanta caminata nos lo habíamos ganado.
Comenzamos a caminar calle abajo dirección el centro ciudad, y nos íbamos cruzando con muchos sitios de helados y pasteles, pero la verdad que con el frío que hacía un helado no entraba nada bien, aunque los locales los comían como churros.

Al llegar a una plaza llamada Sergel Fountain, que la verdad no entendimos mucho pero daba el cante, nos pusimos a buscar con el móvil algún sitio donde poder comprar algo dulce y acabamos entrando en otro centro comercial más grande que el anterior y nos metimos entre pecho y espalda esto que se ve en la imagen.
No recuerdo el nombre, solo que estuve bebiendo agua todo el resto del día y aborreciendo el azúcar durante algo más que eso. Estaba bueno, puede que la mejor nata que hayamos probado, pero hasta que llegabas a la galleta y el caramelo, ya era demasiado tarde y la diabetes nos había pegado fuerte.

Saciados de azúcar ya, nos pusimos en marcha de nuevo hacia el centro ciudad, atravesando la ópera y caminando por la orilla del mar en dirección a unas de las islas del archipiélago cercano, Skeppsholmen y Kastellholmen. Nos hacía falta bajar un poco el azúcar y mientras tanto íbamos haciendo fotos por la zona, que la verdad, tenía casas con una arquitectura muy bonita.

Justo antes de llegar al puente que une la primera isla, nos sentamos un poco en un banco a coger algo de sol, que salí de vez en cuando y se agradecía mucho. Desde ahí ya se escuchaba música que venía desde la isla, y es que había un evento deportivo de veleros y capitanes de barcos enormes (sin dinero).
Lo bueno del paseo, aparte del hecho de quemar el azúcar, es que como son todo islas pequeñas y cercanas, se ve todo desde todas partes, con lo que te puedes pasar el día haciendo miles de fotos diferentes.

En esta cruzando el primer puente, se puede apreciar la otra isla grande que teníamos preparada para el día siguiente, donde estaban varios museos y un parque de atracciones enorme.
Una cosa que hay que reconocer es que, pese al clima, la gente parecía estar bastante agusto en la ciudad, calles limpias, gente respetuosa, no hay mucho tráfico en el centro, y algo muy extraño para ser casi julio, es que no había un turismo masivo agobiante, se estaba genial.

Al llegar a la isla no vimos mucha cosa, aunque si que es verdad que tenía varios museos, no estábamos como para meternos a ver cuadros o exposiciones, con el Palacio Real ya fue suficiente por un día. En fin, llegamos al final de la primera de ellas, donde casi se divisa el parque de atracciones de la otra isla y dimos la vuelta de nuevo. era curioso ver cómo la gente aprovechaba cada rayito mínimo de luz para tumbarse en el césped y gozarlo (aún a 14-15ºC).

Volvimos por el mismo sitio y a medida que avanzábamos Rhea le iba pidiendo fotos a transeúntes, indicándoles incluso como la quería, pero ni por esas, cada persona hacía con el móvil lo que le daba la gana, jajaja. Llegamos de nuevo a la ópera y seguimos de largo para acceder a la isla donde se encontraba el parlamento sueco.
Esta era una de las entradas a la isla, por una especie de puerta de piedra muy bonita, que si la seguías recto daba a Gamla Stan. Aparte se veía otra de las iglesias en la derecha que hacía más bonita aún la foto.

Nos costó que nos sacasen una decente, y lo de salir solos en el cuadro, imposible claro está.
Tras cruzar el puente y atravesar el Parlamento, seguimos recto por Gamla Stan, porque nos apetecía ver la plaza típica donde están esas casa de colores que todo el mundo sube a Instagram, llamada Stortorget, y que curiósamente es donde se entregan los premios Nobel tan famosos.

La plaza era una pasada, porque estaba cláramente preparada para el turismo, y tenía terrazas casi alrededor de toda ella, con bares y restaurantes con gente tomando el poco sol que ya entraba por arriba, en unos bancos colocados estratégicamente en el centro de la misma, alrededor de una fuente con una estatua.

Nosotros nos sentamos a descansar un poco los pies en uno de los bancos, porque las fotos con esa luz ya no quedaban muy bien. En ese momento fue cuando empezamos a ver un dron sobrevolando la plaza (me cagüen...) y yo preocupado porque me fuesen a decir algo la gente o la policía, no lo había sacado del hotel.

Cuando nos cansamos de estar por allí y sabiendo que había que cenar sobre las 7.30-8pm, decidimos empezar a caminar dirección a una zona cercana al hotel que hacía las veces de mirador, Mariaberget. En este caso, en lugar de meternos por la zona de obras como por la mañana, subimos por la carretera que tiene caminos para peatones y bicicletas y después de mucha cuesta arriba y abajo, conseguimos llegar a esta especie de hiking trail a la orilla del mar.
Como se puede ver, estamos justo al otro lado de la iglesia que se veía desde el Parlamento. Parece mucha distancia, pero cuando te pones a caminar no es tanta, unos 15 minutos. El único problema eran las obras que tenían justo ahí al lado, que te obligaban a dar rodeos y hacían muy fea la vista desde algunas zonas.

Mientras tanto aproveché para hacer un timelapse con la GoPro y nos sentamos en un banco detrás a descansar un poco y pensar dónde ir a cenar.

Después de una media hora, y con algo de frío ya, porque salimos pensando que era verano y no, nos fuimos a buscar dónde cenar por esa misma zona, la zona de Södermalm. Dimos vueltas, eran demasiado caros, estaba llenos, o estaban cerrados ya.

A mi se me encendió la bombilla y pensé, ¿no hay un libanés por aquí cerca?, y Rhea lo buscó y zasca, justo a 5 minutos andando, el Tabbouli. Estaba metido en medio de un bloque de edificios pero era bastante agradable, con una fuente en un jardín exterior, donde realmente nos tuvieron que sentar porque dentro estaba todo reservado, pese a estar vacío.
No es que tuviésemos excesiva hambre, pero a mi se me hacía la boca agua al ver los platos de la gente y a Rhea al leer cosas que ella comía de pequéña en el Líbano también, así que pedimos todo esto, sin sentido, para los dos.

El hummus espectacular, los palitos de queso mejor, el pollo con yogurt impresionante y la ensalada un acierto 100%. Por no hablar del pan que te ponen como acompañante, que estuvimos incluso haciendo bromas de llevárnoslo al hotel, jajaj

Fue una pena dejar comida, porque estaba buenísima y los camareros eran muy amigables. Pero no podíamos más y nos teníamos que ir al hotel caminando. La verdad que no fue caro, como salir a cenar en Barcelona, es decir, unos 20€ por persona.

No recuerdo la hora exacta a la que llegamos al hotel, pero serían alrededor de las 21h. Rhea la pobre que había dormido poco la noche anterior, cayó desplomada y yo al tiempo, jejej.

Sábado 30

Nos levantamos sin prisas ya, porque la verdad que habíamos visto casi todo el centro de la ciudad, solo nos faltaban una isla y el ayuntamiento por visitar, de nuestra lista claro.

Con todo el azúcar que nos habíamos cascado el día anterior, decidimos tomarnos el tema con más calma, y eso que para empezar nos costó encontrar sitio para sentarnos, y nos tuvimos que sentar con un señor que estaba solo, en una mesa de 4.

La idea que teníamos era ir a la isla de Djügarden, para dar una vuelta por allí, sacar un rato el dron (ya que justo era la única zona libre para poder hacerlo con seguridad) y después ya se vería. Para llegar hasta allí, nos podíamos meter 40 minutos andando, pero no era plan de pegarse la caminata tan pronto por la mañana, así que nos fuimos a la parada de Slussen, a comprar una típica tarjeta de transporte sueca y recargarla para ir en bus, que era lo que nos recomendaba GoogleMaps.

Nos tocó correr, porque la que vendía tickets en la estación de metro, iba a su ritmo de fin de semana, y cuando llegamos a la parada ya estaba pasando el bus. La verdad que no teníamos ni idea de cómo usar la tarjeta y nos fuimos fijando en la gente. Cuando yo la pasé por el lector, "beeeeep" y luz naranja, pero cuando lo pasó Rhea hizo lo mismo pero con una luz roja. El tio del bus ni se calentó la cabeza, nos dijo con la mano que para adelantro y listo.

El recorrido que hizo el bus era prácticamente lo mismo que habíamos hecho el día anterior varias veces, pero luego continuaba por la otra orilla hasta alcanzar nuestra parada frente a la isla.
Era sábado por la mañana y ya estaba lleno de gente corriendo por todas partes y de gente con niños, y es que había un parque de atracciones en la misma isla, y supongo que porque también había millones de patos y ocas alrededor.

El sitio la verdad que era muy bonito, tranquilo, pegaba bien el sol y daban ganas de salir a calle aunque fuera a sentarse y no hacer nada.
Nosotros nos dimos una vuelta por el edificio del museo nórdico y continuamos en dirección sur a ver si veíamos algo más interesante. La pena era que era muy pronto y estaba casi todo cerrado excepto los tours en barco, que no dejaban de llegar e irse continuamente a los muelles de la isla con docenas de personas.

Yo sabiendo que no importaban mucho los límites de vuelo me metí un poco hacia las islas donde habíamos estado el día anterior para grabar un poco desde el aire. Cuando acabamos de grabar, nos fuimos hacia el extremo norteste de la isla, pero es camino era tan largo y solo se veía verde, que decidimos volver caminando por donde nos había traído el autobús.

Cuando llegamos a la zona de los puentes de nuevo, decidimos acceder a la isla de Gamla Stan por el único puente que nos quedaba por cruzar de esa zona, el que está junto a la ópera, y que te deja de frente al Palacio Real. Una vez ahí, empezamos a callejear para dirigirnos a la misma plaza de ayer, la de los premios Nobel, y esta vez sí, sacar fotos con sol (y con el dron).
La verdad que me daba palo sacarlo, porque como se puede apreciar en la imagen, había mucha gente y, por seguridad...pero en fin, me puse justo al lado de la puerta de donde se exhiben los Premios Nobel, me senté en las escaleras, lo monté todo y a volar. Incluso antes de echarlo a volar, un turista casi me pisa el dron por ir mirando para donde no debía, y encima ponía mala cara el imbécil.

Lo levanté y me puse a grabar como si nada, hice fotos e incluso tuve la muy brillante idea de irme lejos de la plaza a grabar otra iglesia, error!!!! Mira que ya lo sé de otras veces pero no espabilo, pues efectivamente, tras unos segundos de vuelo, el dron perdió la señal. Yo no veía nada y el mando solo decía "Return Home", es decir, vuelta a donde despegó. Yo me temía que en lugar de volver a la plaza, se fuese a la isla de antes y me fastidiase.

A los escasos 30 segundos el dron volvió a mi y lo vi sobrevolar por encima de la plaza con alivio. Lo bajé y lo guardé hasta el próximo momento, que no iba a ser en esa plaza. Lo más gracioso fue, que al salir de la plaza por una calle enana después de comer, nos encontramos a otra chica con un Phantom 4 intentado volarlo enfrente de un oficial de policía o militar, al que se la pelaba completamente, y encima de mucha gente, con edificios cerca, cableado... vamos un sin Dios, y yo preocupado por hacerlo en una plaza abierta.

Era hora de comer y no teníamos mucha idea de dónde ir, pero Rhea como siempre tenía alguna recomendación de una amiga, un lugar bajo un árbol muy chulo, llamado Under Kastanjen.
El sitio era muy parecido a una pastelería más que un restaurante. Entrabas por una puerta, hacías cola para pedir, pero en los escaparates sólo había postres, entonces era muy complicado saber qué comer.

Luego en la pared tenían una especie de menú de día y aparte había cartas de comida, que luego me enteré no valían para la comida.
Acabé entrando como 5 veces: la primera a preguntar cómo iba el sistema, la segunda iba con dos platos pensados y uno me lo rechazaron porque no era de menú sino de cena, la tercera entre a pedir mi plato, que fue una ensalada de salmón ahumado, la cuarta entre a por servilletas y tenedores (que no te ponían en las mesas) y la quinta a por agua, que en Suecia es típico tener un grifo del que puedes coger tanta agua como desees.

El caso es que funcionaba con números, es decir, te ponían un número en la mesa y luego los camareros iban por todo el local (incluida terraza donde estábamos), cantando los número a ver si alguien se daba cuenta y lo reclamaba. No fue barato, pero al final pudimos probar las famosas albóndigas suecas, que hay que decir que no estaban nada mal, algo secas, pero la salsa ayudaba.

Cuando acabamos de comer, el siguiente sitio era el ayuntamiento, que estaba al suroeste del centro ciudad, apartado y en un edificio de ladrillo que desde lejos parecía muy feo. Por el camino, nos constó encontrar algo que Rhea tenía apuntado, que era la estatua mas enana del mundo, que... sinceramente no entendí mucho, allí metida en un patio con caramelos y flores tiradas encima.
Empezamos a caminar en dirección al Parlamento de nuevo, pero esta vez en sentido contrario, al salir por el otro lado de la isla te topas de lleno con una calle repleta de restaurantes y tiendas bastante animada, pero no nos paramos a verlo porque hacía bastante aire y no era agradabale. Luego girabas a la izquierda para pasar por debajo de la autopista y aparecías directamente en la entrada del Ayuntamiento.

No sé cuán religiosos son en este país, pero la cantidad de bodas civiles que se estaban haciendo ese día ahí, se me escapa de los dedos de las manos y los pies. Nosotros nos dimos un paseo por dentro y compramos las entradas para subir a la torre a continuación. Cuando digo a continuación me refiero a que tuvimos más de una hora de espera hasta el siguiente turno, y nos dedicamos a ver y grabar los jardines adyacentes, así como volar el dron otro poco hasta el otro margen del mar, más o menos por donde nuestro hotel.

Cuando llegó la hora, nos quedamos todo esperando fuera en la entrada de la torre hasta que nos diesen el "go" y zasca, todos de golpe. Nosotros intentamos subir lo antes posible para poder hacer fotos sin que nos molestase nadie delante, pero solo había un ascensor muy enano (y que solo llegaba hasta la mitad) y nos pidieron que si podíamos caminar, que no lo usásemos. Así que, a correr para arriba. No llegamos los primeros, pero seguro que sí los terceros, porque vaya carrera pegamos en ese laberinto mareante de escaleras y rampas.
Yo según llegué arriba, me agarré a una varandilla y enganché la GoPro con objeto de hacer un mini-timelapse, y claro, me tuve que quedar ahí quierto para evitar que la gente me lo quitase.

Tras 10 minutos ahí parado, donde más pegaba el aire frío, me moví justo al otro extremos donde estaba Rhea y desde donde se veía la cámara de sobra. Pues nada oye, según me muevo, se acerca una paisana y me da un golpe a la cámara, jodiéndome el video...¡¡es que manda huevos con la gente!!!

Pues nada, nos conformamos con las vistas y las fotos de Rhea y ya nos obligaron a bajar porque empezaba el siguiente turno de visitias.
Ya no nos quedaba mucho por ver, pero si que nos quedaba tomar algo de postre, que decidimos dejar para justo este preciso momento. Nos adentramos de nuevo en Gamla Stan y nos fuimos a una tienda de la que Rhea llevaba todo el día hablando, porque veía a la gente pasar con bolsas de ese sitio, llamado Bröd&Salt. Cuando llegamos era una tienda enana con dos chicas atendiendo, pero con dulces que apetecían, todos.

Nos pedimos los correspondientes KanelBrunels de dos sabores y un chocolate caliente cada uno. Nos sentamos en la terraza de fuera a ver la gente pasar, y nos dimos cuenta que había una sitio donde ponían buenas hamburguesas, y ponían los partidos del mundial, en concreto el Uruguay-Portugal, y decidimos cancelar la cena que teníamos prevista en la zona de nuestro hotel por este.

El tema ahora era que el partido era a las 20h y todavía eran las 16h. Cuando acabamos los dulces, nos fuimos a este sitio para saber si había que reservar o no, y de ahí decidimos ir a visitiar la zona detrás de nuestro hotel, que nos habían dicho era más bohemia y diferente al resto.

Con el chocolate en la mano y rodeados de tiendas en "Rea" (rebajas), pusimos pies en polvorosa y nos fuimos en dirección a nuestro hotel, aprovechando que el camino nos llevaba por ahí. Dejamos el dron y más cosas, cogimos chaqueta para el frío y nos dirigimos a un parque en lo alto de una colina que tenía una iglesia, la Sofia Kyrka. Allí nos encontramos suecos tomando el sol sin camiseta, tomando champán en una manta como si fueran de botellón, pero a lo pijo, jejeje

Lo mejor de todo fue que, en nuestro regreso a casa, nos topamos con una calle que habían hecho peatonal y estaba peteada de restaurantes y bares nuevos, con terracitas. Curiosamente era donde estaban muchos de los sitios que Rhea tenia anotados para poder comer al día siguiente. Uno de ellos nos llamó tanto la atención y además ella lo tenía apuntado, que decidimos entrar a preguntar por un sitio para el brunch del día siguiente. Como el chico nos dijo que no hacía falta, que siempre había sitio, pues así lo dejamos y nos volvimos ya a Gamla Stan a ver el partido, porque entre unas cosas y otras ya íbamos tarde.

Pero antes de bajar las escaleras que nos dejaban frente a la puerta del hotel, para irnos a Gamla Stan a cenar, nos subimos a una pasarela famosa llamada Katarina Elevator. Se llamaba así porque en realidad es una ascensor que te eleva como 10 o 12 pisos hasta una pasarela donde hay unas vistas impresionantes de la ciudad, así como un bar/restaurante. Como estaban en obras en esa zona, solo se podía acceder por donde vinimos nosotros de la iglesia.

Luego llegamos al restaurante donde nos dieron casi primera fila frente al televisor, y donde nos dimos cuenta que era puente en España, es decir, estábamos rodeados de más españoles, portugueses, uruguayos, etcétera. El partido casi nos daba igual, yo solo quería que perdiese Portugal porque me da asco CR7, básicamente. En definitiva, la hamburguesa en este sitio, estaba muy buena, y como no queríamos pedir todo de golpe, nos apretamos también unos nachos con queso antes de empezar el partido :) .. luego ya nos dimos cuenta que se empezaba a llenar de gente y nos entraron las prisas, aunque hay que decir, que el servicio fué rápido.

Con Portugal eliminada y el estómago lleno, regresamos andando al hotel a descansar, que al día siguiente ya nos íbamos con pena a casa, pero eso si, pudimos disfrutar de la noche sin fin de Estocolmo.

Domingo 31

Nos levantamos ya sin prisas (porque no había más que ver en el centro) sobre las 9.30am y bajamos a desayunar, donde aprovechamos para prepararnos unos bocatas para el viaje en avión de regreso.

Estaba todo visto, así que nos vamos al centro a comprar regalitos o recuerdos. Al acabar nos vamos hasta un punto al norte del centro a tomar un poco el sol sentados sobre unos escalones que miraban justo a la isla de Djurgarden. Tras un rato torrándonos, nos vamos de vuelta a la zona del hotel, pero nos dirigimos directos a comer un brunch en el sistio que habíamos elegido el día anterior, llamado Urban Dely. Sobre las 12 estábamos sentados ya en una mesa fuera, bajo un toldo amarillo comiendo casi sin ganas.

El día era soleado, pero bajo los toldos hacía incluso frío. Nos acabamos pidiendo una tabla de quesos de 5 piezas (xq allí va por piezas) acompañada de unos frutos dulces para contrastar el sabor y pan, una ensalada vegetal que estaba muy buena y un gofre con crema por encima.

Sobre las 12.50 nos dispusimos a pagar, con toda la panzada que llevábamos, y nos fuimos de vuelta al hotel a recoger las maletas, para poder ir en metro a la estación central de autobuses.

Cogimos maletas y nos fuimos a pie una vez mas, a la estación de Slussen, donde nada mas pasar los tornos y empezar a bajar las escaleras, así apareció el metro dirección a la estación. Tras dos paradas estábamos en la estación, que molaba un huevo, y que parecía más un aeropuerto que una estación de autobuses. Tenía docenas de tiendas, restaurantes, sofas para sentarse y una puerta de acceso para cada bus, como si estuvieras embarcando.

Pensábamos que nos sobraría tiempo, pero justo cuando llegamos a la puerta, así empezó a entrar la gente al bus con una puntualidad pasmosa. El autobús encima tenía cargador usb para el móvil e internet, con lo que nos fuimos viendo series de Netflix durante la hora y algo de trayecto.

Llegamos con tiempo de sobra, pero no mucho tampoco, y es que cuando llegamos al aeropuerto, como no teníamos nada que facturar, pasamos enseguida el arco de seguridad y nos fuimos a la puerta donde empezaban a embarcar también. Yo mientras corría algo la cola, me fui al lavabo a poner los pantalones cortos, porque ya me estaba cociendo y encima en Barcelona hacía calor de verdad.

Estuvimos esperando unos 10 minutos en una antesala después del boarding y de ahí directos al avión, eso sí, previo depósito de nuestras maletas de mano en el carrito para que fuesen a bodega.

Salimos con retraso de nuevo, y es que el vuelo salía a las 16h, que era justo cuando empezaba el partido de España-Rusia del mundial. Nos dijeron que habría retraso de media hora, así que aprovechamos para tirar de datos y verlo en Mediaset por el móvil. Lo dejamos cuando iban ganando 1-0 a la anfitriona, lo que nos dejó un poco más relajados, porque el no poder verlo, y saber que vas a llegar una hora más tarde del final del mismo, era una putada.

Tanto era el ansia, que Rhea ya activo los datos incluso antes de aterrizar el avión para ver el resultado y claro, era un desastre completo. A mi me dió mucha rabia, haberme perdido el último partido ya, pero bueno, ya estábamos en casita, Aerobús, taxi y en medio hora en casita tumbados ya.

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