Thursday, August 16, 2018

Agosto de los atunes

Este iba a ser un viaje para comer y relajarse todo lo que pudiéramos, y yo creo que lo hemos conseguido con creces, jeje.



Martes 7

Nuestro avión salía de Barcelona a las 12.25h y nos dejaría en Cádiz sobre una hora y algo mas tarde. Allí nos estarían esperando unos amigos para recogernos con su coche y llevarnos a Zahara de los Atunes, donde estaba el apartamento que alquilamos.

Como era cerca de la hora de comer y hacía mucho calor, en lugar de ir directos al apartamento, y pudiendo dejar toda la ropa en el coche, yo me puse el bañador al aterrizar y nos fuimos directos a la playa del Palmar.

Primero aparcamos junto al lado de un garito que había ahí mismo a pie de playa llamado Labuela Paquita, donde fuimos al baño y compramos algo de agua para combatir el calor. Plantamos la toalla, dejamos la cosas, nos pegamos un baño y a continuación nos fuimos a dar un paseo por la pedazo de playa, ancha como un campo de fútbol y casi vacía. O al menos eso parecía, aunque sí que había gente, pero como son tan largas, la gente se puede separar bastante de los demás.

Tras un buen rato en la playa haciendo nada y menos, nos vestimos de nuevo y nos fuimos de regreso al coche, para ya ir a ver el apartamento de Zahara. La distancia no era mucha, pero la carretera no era la mejor, con lo que nos llevó unos 40 minutos, y encima al llegar el pueblo estaba a petar de coches y gente por todas partes.

Javi nos dejó con el coche en la puerta para poder bajar las maletas y se fue a aparcar, porque esa noche teníamos cena reservada en un local del pueblo, y ya no nos haría falta. Nos enseñaron un poco el apartamento, un duplex con terraza grande arriba y otra en una especie de ático, por si querías torrarte al sol (mala idea).

Antes de cenar nos fuimos a duchar todos, y como sólo había una ducha en el piso de arriba tuvimos que ir por turnos, lo que nos llevó una hora y media aproximadamente. Menos mal que el pueblo es pequeño y el restaurante está cerca jeje

Un poco antes de las 8 llegamos al restaurante llamado La Taberna del Campero, donde teníamos reserva para comer en el patio. Rhea y yo, como nos dejaron ducharnos primero, salimos antes del apartamento para poder llegar a la reserva. Cuando llegamos nos dijeron que para entrar al patio tendríamos que esperar un poco y que, además, hacía calor. Por eso, justo cuando estábamos hablando con la chica, una mesa de la entrada se quedó vacía y nos quedamos ahí con el aire acondicionado.

Estuvimos bastante rápidos, porque justo en la puerta adelantamos a otro grupo de chicas que casi nos quita la mesa. Lo peor, que teníamos 2 mesas-barriles de niños justo detrás y nos dieron un poco la noche. Al poco llegaron Javi y Marta y se sentaron con nosotros, que ya habíamos pedido bebida.

La curiosidad del momento fue, que Marta conocía al camarero de verle en Madrid, say what!!!!! muy majete. Nos pusimos a pedir platos y al mismo tiempo él nos iba recomendado algún otro. El resultado fue espectacular.


Nos encantó el menú, y como no podíamos con los niños ya, nos fuimos pero eso si, preguntando antes por una heladería para tomar un postrecito, jeje. La de la entrada nos recomendó uno justo al lado llamado Helayo, que tenía todo helados artesanos, y se notaba. El que más triunfó fue el de chocolate sin azúcar, que luego compensabas con otro que tenía 3 veces más azúcar, jeje.

Nos fuimos con él dando un paseo por el pueblo para verlo, y había bastante ambiente para ser tan pequeño el pueblo. Decenas de locales con su terracita llenos de gente cenando hasta altas horas y metiéndose pescados entre pecho y espalda a morir. Nosotros íbamos cogiendo ideas por si acaso y una curiosidad que solo te das cuenta si vas con el helado, es que apenas había papeleras, pero el suelo estaba impoluto.

Antes de ir al apartamento a dormir, nos metimos en la zona amurallada para verlo y luego acabamos saliendo por otra puerta que daba casi a la playa, y de ahí callejeando un poco, directos al apartamento.

Montamos el sofá cama para Rhea y para mí, pusimos sábanas, pijama, dientes, etcétera y caímos a plomo. El único problema fue el aire acondicionado, porque las ventanas tenían que estar cerradas debido al calor y el ruido. Regulamos un poco el aire y a sobar.

Miércoles 8

Nos despertamos como 20 veces por culpa del calor, del frío, del ruido, mil cosas, pero bueno, al final encontramos un punto medio en que el aire podía estar toda la noche funcionando sin apenas molestar. Ahora la que molestaba era Rhea, que me despertó con una foto (con flash) en toda la jeta, por estar tapado simplemente para que no me molestase el aire y la luz..

Como sabíamos que nos íbamos a despertar antes que la otra parejita, desayunamos tranquilamente abajo y nos pusimos ropa de playa para ir a dar una vuelta por la playa, que estaba a tiro de piedra. Además teníamos la ventaja de que el completo tenía salida por detrás, por donde estaba la piscina. Era salir por la puerta, había un par de bares, y a continuación la arena de playa, jeje, impresionante.

Yo me pillé el dron por si acaso y cuando llegamos caminando a la altura de uno de los bunkeres de guerra que tienen por ahí, lo saqué a pasear y a grabar algunas escenas, momento en el que me dí cuenta que no había llevado ninguna tarjeta de memoria, como buen monguer !!!
Cuando íbamos volviendo, estos se habían levantado y ya estaban desayunando tranquilamente en la terraza de arriba. Llegamos justo para preparar todo, porque esa mañana nos íbamos a otra playa, la de Valdevaqueros a pasar el día.

Estaba muy bien, porque además tenía un local a pie de playa que Javi y Marta nos recomendaron y bueno, a nosotros nos daba igual porque nos fiábamos de todo. Plantamos la sombrilla, sillas y toallas y a tomar el sol un rato y descansar porque la noche había sido parda.

Esta playa ya tenía bastante más gente, porque además tenía negocios de kite surf y eso atrae mucha gente. Aparte tenía unas dunas al final de la playa que llamaban la atención. Tras una mañana de no hacer una mierda, nos levantamos para comer sobre la 1pm, para evitar que luego se petase el garito y no tuviésemos dónde sentarnos. Lo bueno es que no había mucho extranjero, con lo que los horarios de comer son como los nuestros de siempre, es decir, la 1 o las 2pm.

Encontramos una mesa vacía en la sombra y nos tiramos a por ella sin piedad. Teníamos bastante hambre y encima no dejábamos de ver gente salir con hamburguesas y demás historias ricas. Todo tenía buena pinta y era relativamente barato, así que pedimos un par de platos por pareja y mucha agua. Pensamos que tardarían mucho más pero fueron muy muy rápidos. En menos de 20 minutos ya estábamos con los 4 platos en la mesa.

Tartar de atún con aguacate y Wakame   Nasi Goreng

Mi pad thai nos llenó mucho y luego nos costaba acabarlo, encima pedimos una burguer a medias con Javi y Marta, y madre mía que empacho. Con esto, solo nos quedaba ir a tirarnos a la playa y morir lentamente, jejeje. Cuando nos cansamos, habíamos prometido a Javi y Marta ir con ellos dando un paseo a las dunas, pero justo cuando volvíamos de pasear nosotros desde el sur a la toalla, estaban los dos roques en la toalla, así que tiramos sin ellos, básicamente porque para ellos no era nada nuevo.

Llegamos a las dunas y nos subimos a ellas. La arena quemaba un pelín, pero las vistas eran espectaculares, encima la gente ya empezaba a sacar sus cometas porque el viento se incrementaba por la tarde bastante.


Cuando nos cansamos dimos la vuelta caminando entre cometas y motos de agua, y cuando llegamos a la toalla estos dos ya se habían despertado. La verdad que la imagen de cientos (sin exagerar) de kite surfers en ese fondo era una auténtica pasada. Lo único peligroso era el viento, que hizo volar un par de sombrillas que justamente nos golpearon a nosotros, jejej. Una la paré con la mano, la otra no la ví venir.

Cuando el sol caía por el horizonte, decidimos que era el momento de moverse hacia la zona de Tarifa, donde había un local que a estos les encantaba llamado Carbones 13, regentado por el marido de una actriz (o ex-actriz, ya ni sé) que justamente estaba allí. Nos pillamos un par de tumbonas para los 4, y lo mejor de todo es que no te agobian, es decir, si no quieres pedir nada, no pides nada y te quedas ahí tan pancho.

Nosotros, como teníamos algo de sed, nos pedimos una cerveza y un zumo de frutas y a correr. La verdad que la playa también era enorme, pero a medida que se iba el sol y pegaba el viento, pasabas un poco de rasca. Como nos habíamos traído ropa para cambiarnos, nos fuimos al coche, y con las toallas mas o menos nos pusimos algo decentes, porque la idea era irnos a tarifa centro y cenar en un local que conocían estos 2, llamado La Lola.

El problema fue que íbamos sin reserva y estaba todo a reventar. Nos pusieron como los 6 en la lista de espera, y mientras nos fuimos al bar de al lado a tomar algo, mientras se iban despejando las mesas. El problema era una mesa de 20 alemanes que ocupaba casi la mitad del sitio, y esos se fueron incluso después que nosotros. A la media hora nos llamaron ya para sentarnos, mientras no dejaba de llegar gente a pedir mesa, tenía pinta de ser muy conocido.

Mart y Javi nos dijeron que eran rápidos, pero esa noche algo pasaba que se estaban demorando bastante. Nos trajeron los platos con cuentagotas, incluso uno que lo pedimos algo cambiado, nos lo trajeron mal 3 veces. Pero bueno, la comida era espectacular y si no fuese porque nos llenamos enseguida de pan y agua, era para repetir 100 veces, sobre todo la ensaladilla rusa que estaba brutal.


Cuando nos levantamos, estos todavía tenían ganas de ir a otro sitio que conocían a probar una tapa específicamente, de queso con tartar de atún, pero yo no podía meter más al buche, aunque acabamos yendo para que la probase Rhea, al Mesón la Garrocha.

Después de aquí y con un poco de empacho, nos fuimos a bajarlo paseando por las callejuelas de la ciudad vieja. La verdad que había mucho más ambiente que en Zahara y locales a docenas petados de gente. Aquí sí que había muchos más guiris, pero tampoco era agobiante, es decir, no era el turismos de borrachera al que nos tienen acostumbrados, era mas rollo familias enteras de alemanes que se dedicaban a cenar y pasear como nosotros.

Cuando nos cansamos, nos fuimos de regreso a Zahara y de ahí a descansar tranquilamente que el día había sido intenso de sol y comida, jeje.

Jueves 8

Esta noche ya dormí un pelín mas, porque habíamos conseguido regular el AC con 26ºC toda la noche, y porque estaba reventado del día anterior, eso ayudó, jeje. Nos despertamos como siempre antes que la parejita y nos pusimos a desayunar. Pensábamos ir a la playa pero a mi se me olvidó una pieza del cargador en el coche y entre ir y volver y pegarme una ducha, casi nos dieron ya las horas de irnos.

El destino de hoy era la Playa de los Alemanes, donde estaban las mansiones más impresionantes de la zona, tanto por lo caras que eran, como por las vistas impresionantes que tenían. Llegamos en menos de 20 minutos y encima encontramos un aparcamiento perfecto junto a las escaleras que bajaban a la playa desde la carretera.

Cuando llegamos apenas había 10 personas en toda la U que hacía la playa, así que nos pusimos donde los parecío mejor, mas o menos por la mitad de la misma, pegados al agua, o al menos lo que nos dejaban las olas, que eran bastante altas.

Javi y Marta se habían llevado gafas de buceo y tubo, pero la corriente que había no te lo permitía, y además era peligroso. Estuvimos un rato tirados en la arena tomando el sol, las chicas aprovecharon para darse un paseo por la playa y los chicos para leer y escuchar música respectivamente.

Poco antes de comer, nos pusimos a jugar a las palas, y como Rhea no quería jugar, me tuve que enfrentar yo solo con 2 palas a Javi y Marta. La verdad que para lo malo que soy, no se nos dió tan mal y estuvimos un buen rato hasta que hicimos los 3 la croqueta por la arena y empezaba a quemar. En ese momento decidimos ir al agua a refrescarnos y de ahí ya a comer de bocata.

Intenté incluso volar un poco el dron a ver si era capaz de ver algo por encima de las casas, o incluso acercarme hasta el extremo de la playa donde había un faro, pero me fue imposible. En principio pensé que la proximidad con las bases militares podían estar interfiriendo mi señal, pero qué va, luego me di cuenta que era el móvil que empezaba a chiflar y dejar de conectar con el dron (putada).

Sobre las 5pm pensamos que ya era buena hora para volver al apartamento a prepararnos, porque teníamos en mente pasarnos por Vejer de la Frontera, un pueblo en lo alto de una montaña. Apenas había media hora desde Zahara, por eso decidimos volver rápido a ducharnos y prepararnos antes de ir a cenar.

Cuando llegamos a Vejer estaba casi anocheciendo y dudamos entre ir a ver el pueblo antes de cenar o después, porque además íbamos sin reserva al restaurante El jardín del Califa, porque Marta se equivocó de día al hacerla. Cuando llegamos al pueblo tuvimos suerte y pudimos aparcar junto al parque de la entrada e ir caminando unos pocos metros hasta la zona del centro (cuesta arriba). Una vez allí, estando al lado del restaurante y tras sopesarlo, decidimos ir primero a cenar, porque sino no nos daría tiempo a dar toda la vuelta a las callejuelas.

Pedimos cinco platos para compartir de los cuales me acuerdo (viendo la foto) que había una especie de creppe de queso y carne llamado Ataif, un pollo al limón, cordero con garbanzos, hummus y otras tres salsas, etcétera. Nos pusimos hasta atrás de comer, y sobre todo el pan que estaba de muerte, como de costumbre.

Cuando acabamos ya solo nos dió tiempo a ver la zona de la tetería que tienen en la parte de arriba una vez sales del patio, y acernos unas fotos. Luego ya salimos por el pueblo y empezamos a recorrer todas las calles. Daba igual cuál escogieses, siempre había algo que te sorprendía o alguna vista del pueblo desde lo alto.

Estuvimos deambulando por el pueblo más de una hora, haciéndonos fotos, visitando el mercado central, la Puerta de Sancho IV, el castillo por fuera, al molino no llegamos, la zona judía, etcétera..incluso nos cruzamos con el otro restaurante que teníamos pensado para cenar esa misma noche, y que no tenía mala pinta, la verdad. Al final acabamos volviendo a la Plaza de España atravesando la Puerta de la Villa.
Como ya era de noche y no quedaba más que ver, pusimos rumbo al coche y de ahí directos al apartamento para descansar una noche más al fresquete del AC.

Viernes 9

El último día completo antes de irnos de regreso a Oviedo, decidimos quedarnos en nuestra propia playa, la de Zahara.

Solo la habíamos pisado la primera mañana y nunca mais. Desayunamos por separado de nuevo. Yo incluso me puse a probar el dron en la terraza de arriba a ver si lo recuperaba con mi móvil, pero fué imposible, porque empezó a hacer cosas raras y se me ocurrió probar con el Iphone de Rhea.

Por supuesto, Rhea fue por delante a la playa a tomar el sol mientras yo hacía el vuelo mañanero por la zona, y mientras Javi y Marta se iban a correr por la playa aprovechando las bajas temperaturas. Estuve volándolo unos 10 minutos y ya me fui a la playa con ella. Estos dos estuvieron corriendo unos 40 minutos, con lo que cuando ellos llegaban a ducharse yo ya me iba.

Estuvimos solos en la playa junto a la zona de surfing, y solos, durante más de una hora hasta que estos llegaron. Estuvimos un buen rato tirados sin hacer nada aparte de darnos baños de vez en cuando. Luego estos se fueron a dar un paseo bastante largo, tanto que nosotros no pudimos ir porque no les veíamos venir y se acercaba la hora de comer básicamente. No recuerdo bien la hora, pero creo que sobre las 13.45 nos puimos en pie y fuimos andando tranquilamente por la playa hacia el este, dirección a un restaurante a pie de playa llamado Zokarrá, muy famoso y bien valorado (luego vimos por qué).

Tras unos 20 minutos caminando, nos desviamos de la playa y fuimos a dar a un camino de madera que te dejaba en el parking entre la playa y el restaurante. Teníamos reserva para las 14.30 pero como llegamos pronto, nos dejaron sentarnos fuera, eso si, esperando a que se levantase alguien, lo cual nos llevó apenas 5 minutos. Además fuera tenían los típicos chorros de agua polvo que se agradecían mil.

Tras las bebidas empezamos a pedir la comida estrella del local, el arroz atunero. Aparte nos recomendaron unas tortillas de camarones (en lugar de harina de maíz) con langostinos y aguacate, y sobre todo, el que no sé si tenía nombre, pero era una base de plastico (como una hoja de papel) que tenía encima docenas de trozos de verduras, salsas, especias y en las esquinas una montaña de aguacate para cada uno. Encima de todo eso, te flambeaban dos trozos de atún y te colocaban otros 5 crudos básicamente. Una imagen vale más que mil palabras.


Yo me quedé loco con el despliegue de medio que nos hicieron allí en un momento, y eso que ya íbamos un poco advertidos con un video que nos pasó Marta de la hoja esta de especias, pero aún así, nos dejó locos. Comimos como cerdos y salimos a pagar unos 23€ por cabeza. No sabría decidirme por ninguno de los tres platos en especial, porque todo ellos estaban de muerte.

Pues nada, con la panzada y el calor de la tarde gaditana, nos tocaba volver a la playa donde habíamos dejado todo guardándonos el sitio. Ya no nos quedaba otra cosa que hacer que caernos muertos en la toalla a hacer la digestión de tan semejante barbaridad de comida. Porque encima todavía nos tocaba probar otro de los sitios favoritos de la zona para cenar.

Como no teníamos prisa y habíamos reservado sobre las 21h en Barbate (que estaba a 10 minutos en coche), pues esperamos a las 19h aproximadamente para irnos a duchar y preparar con calma. Cuando llegamos al local Peña el Atún, estaba tan vacío que nos daba pena entrar tan pronto y nos fuimos caminando a un Mercadona que había a unos 10 minutos andando a comprar pan y algo de embutido para hacer los bocadillos del viaje al norte del día siguiente.

A la vuelta ya se veía aquello más animado y eso que era un chigre total de pueblo, pero se comía genial vamos. Nos sentaron en el patio con todos los mosquitos y ale, a darle caña a las tapas.
Aparte de esta ensaladilla templada de pulpo y el tartar de atún con base de wakame, nos metimos entre pecho y espalda unas cuantas tapas más. Javi parecía tener hambre pero los demás estábamos un poco llenos, y se pidieron un par de tapas más.

Yo estaba casi rodando por el local, que por cierto, estaba que reventaba de gente cenando y esperando para cenar. Era increíble cómo en un pueblo tan feo y un local tan normal, podía haber esas colas de gente para cenar. La respuesta estaba en la comida sin duda.

Casi sin esperar, pagamos la cuenta y salimos corriendo porque a estos les estaban acribillando los mosquitos por todas partes, a mi por suerte cero. Pusimos pies en polvorosa y de regreso a Zahara donde me convencieron para comer otro helado justo antes de dormir (tampoco me forzaron mucho, jejeje). De ahí a dormir, una de las peores noches de los últimos años, entre calor/frío, la panzada que tenía y el cafetazo que me había metido a media tarde, a comer techo.

Sábado 10

No hay mucho que contar, nos levantamos sobre las 8.30am todos para preparar maletas y salir del apartamento sobre las 10.30. Esta vez si que pudimos desayunar todos juntos en la terraza de arriba y de ahí directos a cerrar maletas y dejar todo listo y apagado para la agencia.

A la hora prevista estábamos saliendo por la puerta dirección a Oviedo. Con apenas dos paradas para repostar, estirarnos e ir al baño, nos dejaron sobre las 19h en el hospital de Mieres donde nos vino a recoger Mónica para llevarnos a Oviedo, mientras Marta y Javi se desviaban a Nava para pasar el resto de la semana con familia y amigos de Granada.